domingo, 3 de agosto de 2025

EL ESPÍRITU TAURINO DE FERMOSELLE

Como inicio del mes de agosto, mes festivo por excelencia en Fermoselle, Tauroemoción presentó en la plaza mayor, en una hora típicamente taurina, el espectáculo que denominan “Jornadas Taurina de Fomento de la Tauromaquia” que va dirigida a niños y jóvenes. A decir verdad no apareció ningún joven, y los niños, de muy diversa edad, llegaron hasta los nueve, un número muy raquítico si contabilizamos los que se encuentran en Fermoselle en esta época estival y en vísperas de las fiestas patronales de San Agustín.



Pero esta escasa afluencia de participantes no le restó mérito, sabiduría y emoción a raudales a la actividad que siempre estuvo dirigida por un magnífico comentarista y sus dos ayudantes que desempeñaron con creces los papeles de toreros y de portadores de los carretones de los novillos ecológicos.

Ante la atenta mirada de los nueve futuros maestros, se fueron mostrando algunos los diferentes pases que se pueden ejecutar con el capote y con la muleta; hubo tiempo para el tercio figurado de banderillas y de entrar a matar; no faltó una buena sesión de diferentes tipos de cortes y hasta la forma de saludar al respetable después de cada actuación. Todo estuvo aderezado con los vítores taurinos y aplausos del respetable, que también fue escaso.


Y llegó el momento de los “jóvenes maestros”. Los nueve, de uno en uno, pusieron en  práctica lo que pasó ante sus ojos en un periodo corto de tiempo. Pero los muchachos habían absorbido y asimilado con frescura y prontitud lo que sus monitores les acababan de enseñar. Se constituyó en un verdadero espectáculo: seriedad, valentía, riesgo, emoción, cogidas leves, traspiés, saludos… fueron parte de los componentes que aportaron en el coso fermosellano. En un principio se mostraron un poco remolones, pero perdida la vergüenza, la timidez  y el miedo a situarse ante los “morlacos” se disputaban el momento de intervenir, incluso repetían.


Esperemos que alguno de los nueve magníficos, pasados unos años, recorran las plazas de España  como profesionales del arte del toreo.

En una tarde calurosa y de “moscas” se vivió en Fermoselle ese rescoldo hacia lo taurino que se siente en sus calles y apasiona a cuantos se acercan a la villa. ¡¡Va por todos ustedes!!

sábado, 2 de agosto de 2025

 AGUSTÍN “EL MADRILEÑO”

“ALMA DE FERMOSELLE Y SU TRADICIÓN”

 Aún queda mucho por descubrir de un hombre que lleva el nombre de Fermoselle en el corazón, un hombre de humanidad profunda, cercano y siempre dispuesto a colaborar por el bien de su pueblo. Agustín Borges, más conocido como "el Madrileño" o "el Municipal" por su dedicación durante tantos años al cargo de hombre del orden en el consistorio arribeño, es un pozo de sabiduría popular y de amor por las tradiciones de su tierra.

Este hombre, que ha hecho de su vida un reflejo de la laboriosidad y el compromiso con su comunidad, destaca no solo por su cercanía con todos los vecinos de Fermoselle, sino también por su vasto conocimiento de los Arribes y del término municipal. Como informante incansable, Agustín está siempre dispuesto a responder a cualquier pregunta, siempre con la misma pasión por lo que repercute positivamente en el devenir de su pueblo.

Desde su jubilación, que llegó después de años de servicio al pueblo, Agustín ha dedicado su tiempo a una de sus grandes pasiones: la música tradicional. En especial, al tamboril, un instrumento que maneja con destreza y al que le ha dado una nueva vida, componiendo sus propias canciones y creando letras llenas de sabor fermosellano. Es un hombre de múltiples talentos; canta, baila y domina varios instrumentos del folklore local. La flauta, el tamboril, las castañuelas, la pandereta y otros instrumentos de percusión están bajo su control, lo que le permite revivir las raíces musicales de la tierra de una manera única.

Hoy, 1 de agosto, en un día marcado por el sonido de la campana torera que lanza la convocatoria de las fiestas agosteñas en Fermoselle, he tenido la fortuna de compartir un rato de homenaje a dos de los símbolos festivos más representativos de nuestro pueblo: La Coronela y la Campana Torera.

A pesar del fresco matinal hemos vivido  un momento mágico muy satisfactorio. Frente al campanil, y con el eco de La Coronela resonando en el aire, Agustín y yo nos encontramos en dos puntos opuestos del escenario, él junto al campanil y yo en el tendido de las Taratolas. A pesar de la distancia, los acordes de nuestro himno taurino, interpretados magistralmente de forma instrumental, nos unieron en un homenaje perfecto a nuestras tradiciones.

No solo es un virtuoso del tamboril, sino también un gran intérprete vocal de la canción, pues La Coronela en su voz también adquiere una dimensión especial, capaz de emocionar a cualquiera que escuche. Este gesto, tan desinteresado y cargado de cariño por la música y por Fermoselle, ha sido uno de esos momentos que quedan grabados en la memoria de quienes, como yo, amamos la cultura de nuestra tierra.

Así que, en este día tan significativo, quiero rendir homenaje a Agustín Borges, "el Madrileño", maestro tamborilero y custodio de nuestras tradiciones. Gracias por mantener viva la llama del folklore y por tu generosidad al compartir tus conocimientos con todos nosotros. Salud, amigo.

viernes, 1 de agosto de 2025

 LA LLAMADA DE LA “CAMPANA TORERA”

Cada pueblo guarda en su memoria colectiva una fecha sagrada, una marca indeleble que lo define, lo convoca, lo arraiga a la tierra de sus ancestros. Para los hijos de Fermoselle —ya vivan en el corazón empedrado de la villa o esparcidos por el mundo— esa fecha brilla con luz propia: el 1 de agosto. Es una jornada que no necesita anuncio, porque está grabada en el alma de los fermosellanos con letras de oro. Ese día, todos saben que algo importante ha de ocurrir. Y ocurre.


Cuando el reloj del ayuntamiento señala con solemnidad las doce del mediodía, se obra el milagro. No uno sobrenatural, sino uno profundamente humano y sonoro: la “campana torera” rompe el silencio con su voz metálica, lanzando su vibración al aire como si fuera un mensaje antiguo que atraviesa generaciones. Es la señal inequívoca de que Fermoselle entra en fiesta, y con ella, en un tiempo distinto, donde la tradición y la alegría van de la mano durante todo el mes.

La Plaza Mayor, ataviada para la ocasión y convertida en coso taurino por manos artesanas, se llena de niños, jóvenes, adultos y mayores. No importa la edad ni el lugar de procedencia: todos comparten una misma espera. Sus ojos no miran al ruedo, sino al cielo de piedra donde se alza el campanario de 1889, que corona de la fachada municipal, que por unos minutos se convierte en escenario y altar.


Allí arriba, el campanero se convierte en protagonista. Este año, por problemas familiares, no ha mostrado su técnica el encargado habitual, Emilio, maestro del badajo y del ritmo, siendo sustituido por un  operario del ayuntamiento. Subido con destreza hasta la cúspide, se aferra al badajo como quien se une a un compañero de danzas. Entonces, comienza su concierto sin partitura. Golpea la campana con arte, con alma, con la emoción de quien sabe que no está solo: todo Fermoselle lo acompaña.

Durante cinco minutos, los repiques varían: hay llamadas alegres, giros solemnes, toques que parecen hablar, como si contaran las historias de los agostos pasados. Cada golpe de campana es un guiño al recuerdo, un saludo a los que ya no están, una bienvenida a quienes regresan.

Cuando el último eco se apaga entre las callejas, rincones y miradores de piedra el público rompe en murmullos y sonrisas. Ha terminado el rito. La fiesta ha sido oficialmente anunciada. Comienza agosto, y con él, la vida se vuelve celebración. Algunos regresan a casa con el alma despierta; otros siguen el ritmo de la jornada tapeando por los bares de Fermoselle, donde el vino y la risa comienzan a correr, y la mayoría recogen en el consistorio el “librito” que contiene  la programación íntegra de los festejos a celebrar.

Algo parecido ha acontecido en el barrio malto de la localidad, es decir, en la plazuela de Santa Colomba, que además ha finalizado con invitación sufragada por los vecinos al son de la música propia de la jornada.

Un año más, la campana ha sonado. Un año más, el pueblo se ha reunido en torno a su símbolo. Un año más, la tradición ha vencido al olvido. Y de qué manera.