lunes, 30 de noviembre de 2020

TIEMPO DEL “APAÑAO” DE ACEITUNAS

Los vecinos de Fermoselle, tomando al pie de la letra refranes como este: “A últimos de noviembre, coge tu aceituna siempre”, o este otro:”Por Santa Catalina, coge tu oliva y la vieja que lo decía, cogida la tenía”, viven con intensidad el período de recogida de la aceituna. En fechas pasadas se han seleccionado pequeñas cantidades que se recolectan principalmente en verde con la finalidad de sabrosarlas al estilo tradicional  y posteriormente presentarlas para el consumo de mesa tras ser aderezadas a base de ajo, laurel, orégano, tomillo, sal, aceite, vinagre y unos trocitos de piel de naranja.

Así mismo un grupo de mujeres que, como acostumbran, dinamizan con acierto la vida social de la Villa han montado en la plaza mayor una exposición en la que se recogen una serie de aperos y máquinas antiguas que tuvieron mucho que ver con la elaboración del aceite en alguna de las tahonas hoy desgraciadamente desaparecidas.

Y ahora se encuentran en plena faena que proporciona a los fermosellanos una notable fuente de ingresos bien monetarios o como materia prima a través del llamado “oro líquido”.

Es el momento de la recolecta de la totalidad del fruto del olivo y de su transporte a la almazara, labores que dependen exclusivamente del labrador- productor que es quien pone la mano de obra. La fase de elaboración pasa a desempeñarla la almazara cooperativa.

Años atrás, para “pañar” las aceitunas en Fermoselle, se empleaba el sistema tradicional del ordeño sobre el olivo o desde el suelo depositando el fruto en las alfarjuelas. Era el  trabajo más duro al realizarse manualmente. Lo normal era encontrarse con días de frío, nieblas, lluvia e incluso heladas que convertían la recogida en un infierno para las manos que enseguida se “engariñaban” al repelar las ramas. Otra forma más llevadera era, y es, el vareo; aunque con ella se castiga  al olivo al tener que golpear las ramas para que se desprendan las aceitunas. En la actualidad se realizan con vibradores mecánicos y pértigas de fibra que facilitan una recogida más rápida y cómoda. La caída del fruto se efectúa sobre unas mallas o redes que se colocan rodeando el olivo y abarcando todo su vuelo, así se evita que se golpee directamente en el suelo.

El transporte hasta los lugares de almacenamiento y posteriormente a la almazara, una vez comunicada su apertura, se hace en cestos individuales con delicadeza para no dañarlas. Entre esas dos operaciones, el labrador realizará el limpiado de hojas y otras suciedades a base de artilugios o sopladores de aire.Ya en la almazara, se inicia el proceso de elaboración con las siguientes fases: pesado, lavado, molienda o molturado, batido, centrifugado, almacenamiento y envasado. Ahora solo resta distribuirla entre los asociados proporcionalmente a los kilos entregados.  

Lejanos quedan aquellos tiempos en los que se cultivaban la totalidad de los olivares esparcidos por todo el término municipal; los días que se trabajaba de sol a sol madrugando para iniciar el apañado con las primeras luces; el asado de pestorejo o la ensalada de escabeche de tonel con cebolla y aceitunas con los que se cumplía a la hora de almorzar o comer; las recuas de borricos y mulas con los costales atestados de los frutos en sus lomos; el ambiente casi en penumbra, a pesar de las llamas de la lumbre, de las tahonas del tío Regalao y el tío Largo; el ambiente cargado y ruidoso protagonizado por los que se reunían en ellas; mi tío Tirso que ejercía como entendido en los diferentes pasos de la elaboración en la del Regalao; los bollos que se “mojaban” en el aceite caliente recién hecha; las carreras infantiles de “barcos” arrastrados por la corriente del alperchín que discurría por la cuneta del Seco…En el tintero de los recuerdos quedan los posos de otros momentos y otras sensaciones que conformaban el ciclo completo de la recogida de la aceituna y la elaboración del aceite.

Finalizo con unos versos de una popular canción que reflejan con claridad lo que acontecía en esa época:

“Pa” ganar siete perras con la aceituna.

Te pones con el alba y hasta la luna.

domingo, 15 de noviembre de 2020

EL ACEITE DE FERMOSELLE

El pasado mes de agosto consultando la carta del Parador de Zamora me llevé una grata sorpresa al comprobar que ofrecía un menú en el que aparecía el aceite de Fermoselle. Denominaban al plato como “Sopa fría tamizada de tomates de la Vega del Duero con perlas de aceite de Fermoselle”. Todo un lujo encontrar un producto de nuestro pueblo en un establecimiento de categoría máxima.

Debo reconocer que desde hace muchos años el aceite de Fermoselle es muy valorado no solo en los hogares de los fermosellanos y familiares sino por gentes que visitan  la Villa y por profesionales de la restauración. Corrobora esta afirmación la facilidad con la que se comercializa a pesar de que su precio compita con otras aceites superconocidas a nivel nacional.

La bodega cooperativa, a través de su almazara, recoge la mayor parte de la aceituna del término municipal y una vez molturada  reparte el aceite entre sus asociados, quienes  la ponen a la venta bien envasada y etiquetada una vez hecho el acopio para su propio consumo. Por otro lado,  desde hace unos años son varios los cosecheros que se han lanzado a la comercialización del aceite con marketing   muy estudiado y diseños de embotellados exclusivos que les ha llevado a la obtención de reconocimientos en ferias, exposiciones y concursos a los que han acudido con este llamado “oro líquido”.

Traigo a colación dos empresas oleícolas, ambas de ámbito familiar, ubicadas en Fermoselle, por ser las más conocidas, las que más profesionalmente ofrecen sus aceites artesanales y las más destacas como referentes de innovación, sostenibilidad y calidad. Me refiero a Douroliva (https://www.douroliva.com/) accésit en el concurso “Historias Inspiradoras by Duero Douro 2.018”  y a Pago Los Bichos (https://www.pagolosbichos.com/) con dos medallas de oro en el concurso internacional de AOVE del “Olive Japan 2.020”. Para refrendar esa calidad trascribo la valoración que el jurado de Great Taste (Gran Sabor) 2.020 del Reino Unido hace sobre el aceite de El Pago  Los Bichos, concurso en el que obtuvo dos estrellas y en el que se evalúan todo tipo de alimentos y bebidas examinadas por un numeroso grupo de expertos: “Es verde vibrante  con aromas a piel de manzana. Tiene notas de frutos secos crudos ligeros inicialmente en el paladar, que florecen en notas frescas, verdes, a ensalada de hojas de mostaza, transformándose lentamente en un final equilibrado de pimienta. Es un aceite bonito y bien equilibrado”.

La marca aceite de Fermoselle, a pesar de no poseer la Denominación de Origen (sería muy conveniente obtenerla) aporta un valor incuestionable al conocimiento de la Villa a través de la gastronomía y camina fuerte de cara al futuro. Así hay que reconocerlo felicitando a esos jóvenes emprendedores.

Ofrezco un video realizado por TV Zamora en 2.016 en el que se muestra  a Ricardo Regojo Díez conocido como “El Largo”, fallecido hace varios años, elaborando el aceite a la antigua usanza en su almazara, hoy ya desaparecida. Según mis noticias ha sido adquirida por un empresario fermosellano para rehabilitarla aplicando las nuevas técnicas.