domingo, 9 de noviembre de 2025

 EL PULIJÓN: DIÁLOGO ENTRE EL AYER Y EL HOY

Esta imagen encierra una profunda carga simbólica y emocional, pues en ella se funden dos tiempos —el pasado y el presente— representados en la figura del socio veterano y curtido por los años luchando por un grupo humano compacto (José) y del niño que principia su actividad en el mismo grupo social pero cargado de un espíritu inmaculado e impoluto (Hugo). No se trata solo de un retrato de cierta familiaridad y confianza, sino de una metáfora viva del relevo generacional dentro de la peña “El Pulijón”, ese espacio que ha sido, para muchos, más que una asociación: un punto de encuentro, una forma de identidad compartida.



El socio veterano, aparece como el custodio de la memoria colectiva. Su mirada, firme y serena, se posa sobre el niño con el peso de los años y la sabiduría de quien ha visto crecer la tradición desde sus cimientos. En su gesto se adivina una conversación que va más allá de las palabras, una lección transmitida con el tono paternal de quien no pretende imponer, sino guiar. Habla, quizá, de las costumbres del grupo, de las anécdotas de otros tiempos, de los valores que sostienen al Pulijón: la camaradería, el respeto, la alegría compartida. Es la voz del ayer que intenta mantener viva la llama del espíritu común.

Frente a él, el socio joven escucha con una media sonrisa que combina atención y desenfado, propia de quien mira al futuro con ilusión pero también con cierta distancia respecto a los modos del pasado. Esa sonrisa sugiere que, aunque el niño parezca distraído o poco receptivo, en realidad está absorbiendo, a su manera, la enseñanza. Representa el presente, el Pulijón que respira y se adapta a los nuevos tiempos, sin dejar de ser lo que fue.

Entre ambos se establece una conexión silenciosa pero poderosa: el pasado busca asegurarse de que el futuro comprenda su valor, y el presente, aún sin plena conciencia, se deja impregnar por esa herencia. Es el ciclo natural de la continuidad: una generación que entrega su legado y otra que, al recibirlo, lo transforma sin romperlo.

En definitiva, esta escena es mucho más que una simple instantánea. Es el testimonio visual de la transmisión de valores, del amor compartido por una tradición y de la certeza de que el Pulijón —como la vida misma— solo perdurará si el ayer y el hoy siguen mirándose a los ojos con respeto y esperanza.

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