viernes, 21 de agosto de 2020

"EL ABUELO" DESCANSA ENTRISTECIDO
Se cuenta que en la arribeña localidad de Fermoselle existe una figura taurina con cientos de años de leyenda pero que cada agosto se transforma en realidad. Me refiero al “ABUELO”, personaje ficticio que seguro la mayoría de los jóvenes lo desconocen y que los mayores lo añoran durante estas fiestas de 2.020. De ahí que seguro él se sentirá entristecido en el cobijo donde permanece el resto de año.
“El ABUELO” tiene el honor de ser la pieza más emblemática y cotizada de los centenares de tablas y tablones que conforman el coso taurino. Además de ser la más robusta y la de mayores dimensiones  recae sobre ella una de las principales responsabilidades para mantener la seguridad de cuantos se reúnen durante los días de fiestas en el interior de la plaza.
“El ABUELO”, en su situación tan estratégica, tiene como misión sujetar al cañizo que sirve de cierre a la plaza una vez han entrado los novillos que participan en el encierro aguantando los tirones, el peso de los que se acomodan encima y la violencia a la hora de cerrarlo. Son situaciones de mucho esfuerzo y peligro que nos tiene acostumbrado a solventar con eficiencia.
Es verdad que se le va viendo un tanto envejecido a la vez que toma un color que le da ese aspecto de veteranía bien ganada en tantas batallas taurinas. Los encargados de la construcción de dicha plaza lo miman con mucho esmero y en algunos momentos lo han tenido que reforzar con aditamentos que le mantienen en forma.

Siendo niño, en aquellos años ya lejanos en que funcionaban los “tablaos”, mi abuelo, Ángel Gavilanes, montaba en lo alto del ABUELO una especie de estaribel o estante en forma de pódium en el que tenían aposento tres personas. Una la ocupaba siempre él y las otras dos se compartían por los hijos y los nietos. A mí me tocó el placer de contemplar las actuaciones de los novilleros en tres ocasiones. Suficiente para sentir el miedo cuando algún cornúpeta se enfrentaba a él y se producía un cierto temblor perceptible por los de arriba. Siempre me impresionó el estridente chirrido de las bisagras con las que sujeta al cañizo cuando se  abre o se cierra.
Espero verle el próximo año tan enhiesto y altivo como acostumbra.

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