miércoles, 27 de marzo de 2024

 ASÍ CELEBRAN EL DOMINGO DE RAMOS EN FERMOSELLE

Sugerente y significativo el titular con el que la Opinión de Zamora informa del Domingo de Ramos en Fermoselle. La realidad de esta festividad se recoge perfectamente en el audiovisual coincidiendo con el inicio de la procesión de los ramos desde la iglesia de Santa Colomba y que llegará como punto final a la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción. Fueron muchos los fieles de todas las edades los que se concentraron en la Plazuela para acompañar al párroco, D. Mariano, y a otras autoridades siguiendo una de las arterias principales de la Villa. Enarbolando los ramos de olivos, como es propio en un pueblo en el que la explotación de esta planta es muy extensiva, la alegría de la fiesta e incluso la algarabía de los más pequeños quedaba patente en sus rostros.


A continuación se celebró la eucaristía, con un lleno casi absoluto del templo, como corresponde a una de las festividades marcada con mayúsculas en el calendario de los fermosellanos. El oficiante hizo una homilía basada en la propia celebración de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.

Tal vez, al igual que se hizo con el Cristo Resucitado en fechas pasadas, se debería estudiar alguna fórmula para adquirir un “paso de la borriquilla” para procesionarlo en este día del inicio de la Semana Santa fermosellana.

Aprovecho la ocasión para recordar mis años de infancia en Fermoselle en los que el Domingo de Ramos se esperaba con emoción y esperanza en todos los hogares. La fiesta comenzaba días antes con los padres rebuscando las varas más largas y rectas posibles para que de alguna manera destacara sobre las del resto de romeros. Nadie se quedaba sin su ramo, pues si no eran propietarios de algún olivar siempre había vecinos que estaban dispuestos  a ofrecer a éstos la posibilidad de cortar alguno en su terreno.

Y solían producirse situaciones un tanto curiosas como el de elevarlos lo más arriba posible para demostrar el record de “ramo más impresionante” e incluso entablar alguna “batalla” a base de “verdascazos” sin mucha importancia. Era tal el amor hacia su ramos que muchos de los niños lo manteníamos por la calle durante todo el día. Eran como verdaderos trofeos de campeones.

Otra de las costumbres, que hoy día se conserva entre algunas familias, era aquella de que había que estrenar alguna prenda de vestir coincidiendo con el Domingo de Ramos, de tal manera que hasta las menos pudientes ahorraban durante el año para que ningún miembro familiar se quedara sin su estreno pues podría provocar un mal agüero.

Fuente de las imágenes: La Opinión de Zamora

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