lunes, 6 de junio de 2022

 Y FERMOSELLE VOLVIÓ A LA CAMPA

Titulábamos el post del pasado año dedicado a la festividad de Santa Cruz como “Sueño en tiempo de pandemia” debido a que estaban prohibidas en aquel momento todas las reuniones numerosas; y lo finalizábamos con un “Todo ha sido un dulce sueño en época de pandemia. Todo se va al traste; pero con la ilusión de que el próximo 2022 sea una realidad. Así lo esperamos y deseamos. ¡Hasta entonces!”



Pues en ello estamos. Cincuenta y un día después del Domingo de Resurrección o como se dice en Fermoselle el “Lunes de Pentecostés” se retoma por los fermosellanos  la celebración de uno de los días con más atractivo popular, uno de los días más cargados de tradición, uno de los días plenos de diversión, música, baile y gastronomía. Hablo del “Día de Santa Cruz”. Su importancia es tal que desde antaño se toma como uno de las dos fiestas locales

Hoy, 6 de junio, los fermosellanos se han concentrado en la explanada que abraza  la ermita del Cristo del Pino para dar cumplimiento de esta festividad “laico-religiosa”. Con un día totalmente primaveral y desde las primeras horas de la mañana han ido llegando los mayordomos, los tamborileros, los romeros y encabezando la comitiva las autoridades. Cerca de tres kilómetros, alternando carretera y camino, que se hacen en un santiamén, acompañados de cánticos, bailes, risas y vítores. En las fincas del entorno se contemplan agrupaciones de familiares o amigos que saludan y aplauden con entusiasmo a la comitiva oficial.



Ya en  la campa  todo es tumulto y alborozo. Hay muchas ganas de jarana y jolgorio después de dos largos años esperando. Las puertas de la ermita aparecen abiertas desde temprano para que los romeros tengan oportunidad de ofrecer una oración al Bendito Cristo del Pino,  a la vez que depositar el tradicional óbolo que servirá para mantenerla en buen estado.

A la hora prevista comienza la Santa Misa seguidas por los fieles que abarrotan el templo. Plática del oficiante, cánticos dirigidos por un grupo de mujeres, ofertorio, consagración y comunión seguidos con observancia absoluta. Para más tarde queda la procesión popular, un tanto en plan profano, circunvalando el lugar sagrado.



Y se desata la locura fiestera. Tanto en la campa como en los alrededores todo es un ajetreo controlado y un totum revolutum de ocupaciones diversas: montaje de mesas y utensilios varios bajo las sombras, encendido de hogueras, por un lado música de tamboril, por  otro de la  charanga,  los niños correteando y  entremezclándose entre los adultos, jóvenes y mayores bailando al unísono y en perfecta armonía, grupitos parlamentando sobre el devenir del año transcurrido, los puestos de mercaderes ofreciendo sus producto.



Y así mañana y tarde, sin dar tregua al desaliento, van pasando los momentos más emblemáticos: La degustación de los churros y el chocolate, el juego de la “tía María”, el baile de jotas al son de la gaita y el tamboril, la comida compartida del mediodía. La guinda festiva queda para la tarde: fuegos, parrillas, asados de carnes de primera calidad aliñadas con el genuino “chirri o ágili-mógili”, cántaros con vinos de la tierra, pasacalles, pasodobles, la conga de Jalisco…



La tarde da sus últimas bocanadas. Hay que volver al pueblo con cansancio y con cierto sabor a poco. Conviene dejar algo para el próximo “Día de Santa Cruz”. Buen regreso y a descansar.

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