viernes, 3 de septiembre de 2021

 A VUELAPLUMA

LUIS GARRIDO GÓMEZ

“LOS TEMPLOS SUBTERRÁNEOS DEL VINO: LAS BODEGAS FERMOSELLANAS”

Luis Garrido Gómez, “jubilado de la escuela” como él mismo se define, es natural de Fermoselle aunque reside desde hace muchos años en Málaga. Docente de primaria, realizó sus estudios en la  Escuela Normal “San Fernando” de Zamora. Ejerció en varias localidades de la provincia malagueña. Amante de todo lo relacionado con Fermoselle, donde pasa buenos ratos siempre que el tiempo se lo permite, participa asiduamente en los “Atardeceres Poéticos” organizados por la Asociación Cultural “El Pulijón”. El pasado 19 de agosto nos presentó este trabajo que según sus propias palabras escribió durante el tiempo de pandemia.


“Rememorándolas, las veo como lugares mágicos, misteriosos, profundos, oscuros… pero siempre iluminados con el ulular de un candil de mi padre. Las recuerdo con mucho ajetreo, de donde suben y bajan, entran y salen, titanes, como hormigas por un diminuto agujero, de las profundidades de las peñas. Aparecen revestidos, cual monjes trapenses, con un saco de arpillera a modo de cucurucho, que le cae por la espalda, para proteger la cabeza y el mono de trabajo, de la pez u otros derrames en los pellejos, llevándolos a cuestas hacia una caballería o carro que espera cerca de la zarcera o respiradero exterior.

Bajando de nuevo a las entrañas de la roca, me imagino una maza aguzada en buena fragua, con pico en los extremos, dando cuenta como pájaro carpintero, de pizarras, granitos y gneis para ir horadando túneles, pasadizos, albañales…con cuidado geodésico y evitar el derrumbe.

Esos héroes subterráneos, hechos de una pasta no, sino de un mosto especial, iban configurando: escaleras, arcos de medio punto, bóvedas y un sinfín de hoquedades. Escaleras para acceder a las catacumbas del vino; arcos y bóvedas para sostenerlas; huecos a medida para albergar cubas y toneles, amoldadas sus leguas para  una reclusión eterna en la hornacina correspondiente.

¡Cuánto trabajo, cuánto esfuerzo, cuánto sudor, para elaborar y albergar, a una temperatura ideal, la ambrosía de los dioses en forma de unos vinos, con embocaduras espectaculares!!!  

¡Cuántos brindis ingeniosos entre el trasiego de tintos, blancos, dulces y espumosos, que resonaban entre la yesca ancestral  de sus paredes, para amortiguar el dolor por alguna que otra tragedia por el dióxido de carbono!

¡Hablad, bodegas ancestrales, de una vez por todas y comunicaros con quienes quieran visitaros, pero, éso sí, que se reconozca en vosotras el sudor y el valor de vuestros escultores: los fermosellanos de pura cepa!!!!!

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