jueves, 18 de diciembre de 2025

 A VUELA PLUMA

CAMILO JOSÉ CELA

 EL ENIGMA LINGÜÍSTICO DE LA “CIRRIPONA”

Es bien sabido que Fermoselle ha despertado, a lo largo del tiempo, el interés de diversos autores: algunos nacidos en la propia localidad o en su entorno más cercano, y otros foráneos que, atraídos por la singularidad del lugar, le han dedicado libros completos o, al menos, breves pero significativos pasajes dentro de sus obras. Estas referencias forman ya parte de una tradición literaria que, aunque modesta en número, resulta valiosa para la memoria cultural del pueblo.


Sin embargo, bastante más desconocido —al menos así lo ha sido para mí— es el hecho de que D. Camilo José Cela, una de las figuras más relevantes de la literatura española contemporánea y Premio Nobel de Literatura, se acordase explícitamente de Fermoselle en una de sus novelas. Se trata de La Cruz de San Andrés, obra con la que obtuvo el Premio Planeta en el año 1994, y que forma parte de su extensa y enriquecedora producción.

Releyendo esta novela días atrás, encontré una referencia concreta a nuestro pueblo en el quinto y último capítulo, que lleva por título “Desenlace, coda final y sepelio de los últimos títeres”. En ese tramo final del relato, Cela menciona de manera conjunta a Torregamones, Fermoselle y Formariz, vinculándolos a un uso lingüístico supuestamente común en la comarca. El pasaje completo dice así:

“Fernando Gambiño no tuvo suerte porque le dieron garrote sin esperar a que lo matase la cirripona que llevaba a cuestas, él no lo sabía, ni el juez, ni el verdugo tampoco, pero Dios sí, a Dios no se le oculta nada y menos las decadencias, los hundimientos y los derribos, por Torregamones, por Fermoselle y por Formariz llaman cirripona al cáncer de hígado, esto de los nombres de las enfermedades es muy aventurado y huidizo, se escapa frecuentemente de los lexicones y hasta de los usos…”

Más allá del interés literario del fragmento y de la propia mención de Fermoselle en una obra de Cela, lo que realmente llama la atención es el término “cirripona”, que el autor atribuye a esta zona de Sayago como denominación popular del cáncer de hígado. Se trata de una palabra que, al menos en la experiencia personal y colectiva que he podido recabar, resulta completamente desconocida.

He consultado a numerosas personas del entorno, especialmente a vecinos de edad avanzada, depositarios naturales de la memoria oral del lugar, y ninguno recuerda haber escuchado jamás ese término. En lo que respecta a Fermoselle, puedo afirmar que nunca lo oí a mis antepasados ni a otros hablantes tradicionales, ni siquiera en contextos relacionados con la enfermedad o el lenguaje popular.

Asimismo, he recurrido a distintos diccionarios, glosarios y recopilaciones léxicas sobre el habla tradicional de Sayago y, más específicamente, de Fermoselle, sin obtener resultado alguno. La palabra no aparece registrada en ninguna de estas fuentes, ni siquiera como variante local o forma en desuso. Tras una búsqueda insistente, he de reconocer que he quedado en el intento, sin lograr dar con su origen o con un testimonio fiable de su empleo real.

Todo ello abre varias posibilidades: que se trate de un vocablo muy localizado y ya desaparecido, que fuese usado durante un periodo breve y marginal; que perteneciera a algún estrato del dialecto sayagués hoy perdido; o incluso que estemos ante una licencia literaria de Cela, quien, como es bien sabido, gustaba de recrear y enriquecer el lenguaje popular, mezclando términos auténticos con otros recreados o reinterpretados con gran libertad expresiva.

Sea como fuere, la mención de Fermoselle en La Cruz de San Andrés y el misterio que rodea a la palabra “cirripona” constituyen una curiosa y sugerente anécdota literaria. Un pequeño detalle que, más allá de su exactitud filológica, vuelve a situar al pueblo en el mapa simbólico de la literatura española y nos invita a reflexionar sobre los límites difusos entre lengua viva, memoria oral y creación literaria.

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