lunes, 24 de mayo de 2021

 SANTA CRUZ…

SUEÑO EN TIEMPO DE PANDEMIA

24 de mayo de 2021. Lunes de Pentecostés. El despertador le avisa con un leve sonido que le invita a levantarse. Amanece en un día primaveral dando comienzo a una jornada que promete fiesta y camaradería. 


Es Lunes de Pentecostés conocido en Fermoselle como “DÍA DE SANTA CRUZ”. Sebastián, fermosellano de pro, coge todos sus bártulos de folclorista: tamboril, flauta, pandereta y castañuelas, todo ello adobado con unas ganas locas de divertirse durante varias horas cargadas de aromas de ilusión. Ya son las 8 y se enfila en su “haiga” hacia la Villa arribeña. Durante el recorrido se le amontonan los aconteceres de tantos años vividos en esta festividad que figuran en la memoria colectiva de tantos fermosellanos que se encuentran en la diáspora: preparativos previos para que no falte nada, acopio de viandas, el chocolate, los churros y dulcería, el aguardiente y el licor café, los asados de carnes varias, los embutidos caseros, el humo y el polvo, el vino y la limonada, los tamborileros animando el cotarro, las jotas bailadas con garbo en largas hileras, el juego al corro de “la tía María”, la misa y la procesión en torno a la ermita, el atardecer con Fermoselle en lontananza cortando el horizonte…


Son las 10 cuando encara el caserío del “pueblo romero” entre el árbol de corcho y la escultura del emigrante, centinelas ambos de este territorio medieval. La cita es en la plaza mayor. Allí la Corporación, el párroco, los mayordomos y un buen número de vecinos se aprestan, acompañados por el grupo de tamborileros del “Juan de la Encina”, a iniciar el paseo procesional que les llevará hasta el “lugar santo” entonando el  himno romeril de “Venimos de Santa Cruz”. Cerca de tres kilómetros, alternando carretera y camino, que se hacen en un santiamén acompañados de cánticos, bailes, risas y vítores. En las fincas del entorno se contemplan agrupaciones de familiares o amigos que saludan y aplauden con entusiasmo a la comitiva oficial.

Llegados a la explanada  todo es tumulto y alborozo. Hay muchas ganas de jarana y jolgorio. Las puertas de la ermita aparecen abiertas desde temprano para que los romeros tengan oportunidad de ofrecer una oración al Bendito Cristo del Pino,  a la vez que depositar el tradicional óbolo que servirá para mantenerla en buen estado.







A la hora prevista comienza la Santa Misa seguidas por los fieles que abarrotan el templo. Plática del oficiante, cánticos dirigidos por un grupo de mujeres, ofertorio, consagración y comunión seguidos con observancia absoluta. A continuación la procesión popular, un tanto en plan profano, circunvalando el lugar sagrado.

Y se desata la locura fiestera. Tanto en la campa como en los alrededores todo es un ajetreo controlado y un totum revolutum de ocupaciones diversas: montaje de mesas y utensilios varios bajo las sombras, encendido de hogueras, por un lado música de tamboril, por  otro de la  charanga,  los niños correteando y  entremezclándose entre los adultos, jóvenes y mayores bailando al unísono y en perfecta armonía, grupitos parlamentando sobre el devenir del año transcurrido, los puestos de mercaderes ofreciendo sus productos…


Pero algo anormal rompe con la idílica visión de Sebastián. Inesperadamente recibe un codazo de su mujer mientras le señala el despertador. Es la hora de incorporarse al trabajo en su taller. Todo ha sido un dulce sueño en época de pandemia. Todo se va al traste; pero con la ilusión de que el próximo 2022 sea una realidad. Así lo esperamos y deseamos. ¡Hasta entonces!

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