lunes, 6 de enero de 2020

RECUPERACIÓN DE LA MATANZA EN FERMOSELLE
Fermoselle revive una de las tradiciones que prácticamente había quedado en el olvido. Hablo de la matanza. Esta fue una práctica que hace no muchos años estaba considerada como uno de los momentos más carismáticos, festivos y fraternales  de la época invernal entre la mayor parte de las familias fermosellanas. 
Rara era la casa en la que no se cebaba a uno o más cerdos para una vez engordadas varias arrobas, poderlos sacrificar para obtener parte del sustento para el resto del año. Con el paso del tiempo y motivado por diversas causas: situación socioeconómicas, limitación de espacios, ordenanzas municipales y disposiciones sanitarias, entre otras, fue quedando en desuso my ahora, en muchas localidades, se le recuerda con cierta añoranza para los mayores y como una novedad para los más pequeños. En breve espacio de tiempo pasamos de la “despensa casera” a la dependencia de las grandes superficies, de la artesanía familiar a la industrialización que nos devora y rompe todas nuestras raíces.
Pero vayamos a la “fiesta de la matanza fermosellana”. Comenzaba la mañana con un frío que invitaba a la lumbre, a un buen trago de aguardiente o vino y a una tapa de pestorejo. Los primeros minutos  se dedicaron a situar en la plaza los diferentes enseres necesarios para tal cometido. Barreños, artesas, máquina de picar la carne y de embutir, el tajo, la macheta, pucheros, potes, calderos, cuchillos de diferentes tamaños, estrébedes y un largo número  de utensilios que en los diferentes momentos serían utilizados por los operarios, todos ellos voluntarios. Hombres y mujeres se afanaban en sus cometidos para que todo estuviese bien dispuesto para la recepción del marrano, ya sacrificado, y con el correspondiente análisis por parte del veterinario. Embutidos Puente Robles y Don Curado de encargaron de aportar la materia prima.
Llegado a este punto se iniciaron las labores matanceras con el chamuscado del cerdo a base de paja bien seca y  de escobas recogidas en los arribes. Se continuó con el lavado, el raspado, la extracción de las pezuñas, la abertura en canal con cuidado de no dañar las mantecas, el vaciado del contenido intestinal y el estazado. 
Estas operaciones las ejecutaron los hombres mientras las mujeres fueron preparando las sartenes, lavando las tripas y atándolas, preparando el adobo de los chorizos. Junto a esto fueron separando los pies, el espinazo, las costillas, el lomo, los solomillos, la panceta, las orejas y la papada en torno al calor que desprendía un brasero de cisco. Ellas se encargaron también de picar la carne y rellenar las tripas dando como resultado los chorizos que se guardaron para su “curado” en una casa particular.
Al durar el proceso de la matanza solamente la mañana una buena parte del cerdo se ofreció para degustarlo en directo por todos los asistentes. Así, se asaron los costillares, parte de la falda (panceta), el tocino (torreznos); se frieron las chichas ya sazonadas; se sacaron los chicharrones después de freír la manteca; se elaboraron las típicas morcillas follacas aprovechando la sangre recogida con anterioridad.      
A medida que avanzaba la jornada los fermosellanos fueron llenando la plaza que siempre estuvo animada por los tamborileros “Juan de la Encina” mientras que en la carpa se ofrecían a buenos precios una serie de productos de la tierra elaborados por artesanos de Fermoselle.
Visto el excelente resultado, es una iniciativa que se debería mantener y potenciar para años venideros permitiendo que tanto los vecinos como los visitantes se sientan hermanados  en torno a una tradición que otrora se convertía en la mayor reunión familiar del año. Enhorabuena a organizadores, patrocinadoras y cooperantes por un trabajo hecho a conciencia.

No hay comentarios: