martes, 23 de septiembre de 2025

 LOS SIETE DEDOS DE LA “MANO NEGRA”

 Se dice en Fermoselle que las fuentes naturales y algunos pozos abundantes en el municipio han sido siempre corazón y enigma del lugar. Sus aguas, frías y profundas, guardan secretos que pocos se atreven a pronunciar en voz alta. Entre ellas, las fuentes misteriosas de Mariabril y la Noria y los pozos enigmáticos Mergúbez y Portal son escenarios de una leyenda que aún hoy, cuando la luna llena tiembla sobre las piedras, resuena en los labios de los más viejos.

Se cuenta (yo se lo escuché en muchas ocasiones a mi abuelo Ángel Gavilanes) que en lo más hondo de esas aguas duerme una criatura que no es pez, ni serpiente, ni bestia conocida. Su forma es la de una mano gigantesca, cubierta de un vello oscuro y áspero, con siete dedos huesudos que se mueven como tentáculos de un ser sin rostro. Nadie sabe cómo llegó allí: algunos murmuran que nació de un conjuro maldito, otros que es la sombra petrificada de un condenado que intentó profanar las aguas sagradas.

Los abuelos cuentan que, cuando alguien se acerca demasiado al borde o baja por las resbaladizas escaleras a recoger agua, un frío súbito se extiende por el aire y, sin previo aviso, surge desde el fondo la Mano Negra. Su presa favorita son los tobillos desprevenidos: primero acaricia, como tanteando, y después oprime con una fuerza capaz de arrastrar hasta al más fornido.

Hubo intentos de acabar con el monstruo. Una vez vaciaron la fuente de Mariabril durante tres días enteros. Los hombres del pueblo bajaron con antorchas, rezos y sogas, explorando cada recoveco. Nada encontraron: ni rastro de bestia ni de hueso alguno. Y sin embargo, cuentan que en la última noche, cuando todos dormían, el agua regresó sola, sin lluvia ni cauce aparente, y con ella volvió el rumor de dedos arañando las paredes de piedra.

Los niños crecieron oyendo que la Mano Negra los esperaba, oculta bajo las ondas quietas, y pocos osaban acercarse solos. Pero lo extraño es que, incluso hoy, cuando ya nadie baja a por agua con cántaros de barro, aún se escuchan testimonios. Hay quienes aseguran que en las madrugadas de verano, si se guarda silencio, se percibe un chapoteo solitario, como si algo subiera lentamente desde el fondo. Otros dicen haber sentido, al asomarse demasiado, un roce frío alrededor de los pies, semejante a un dedo que tantea y desaparece.

Por eso, aunque la gente repita que todo no fue más que un cuento para asustar a los pequeños, en el corazón de los fermosellanos permanece un respeto antiguo, mezcla de temor y de memoria. Porque nadie puede asegurar que, bajo la superficie serena de aquellas aguas, no siga aguardando la Mano Negra, paciente, dispuesta a extender sus siete dedos para atrapar al próximo incauto.

Y es que en Fermoselle aún se dice, casi en susurro:
—No te acerques demasiado al pozo... que sale la Mano Negra y te puede atrapar.

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