lunes, 31 de marzo de 2025

 JUNTA DIRECTIVA

(REVISTA 50 ANIVERSARIO)

En el devenir de los años, hay momentos que quedan grabados en la memoria colectiva, como el legado de aquellos que se han entregado con dedicación y esfuerzo por el bien común. En 1973, un grupo de socios visionarios asumió la dirección de la sociedad con un compromiso firme. Bajo la presidencia de Alfredo Marcos Trabanca, junto a Manuel Bartolomé Fernández, Antonio Gavilanes Pérez, Emilio García Codesal, Ramón Bernardo, José Fernández, Marcelino Fernández, Jesús Varas, Licesio B. García y Gonzalo Herrera esta asociación dio forma a una etapa crucial para su consolidación.

Durante los 50 años que han pasado desde entonces, muchos han sido los cambios y desafíos, pero también los logros. Los socios que han formado parte de la Junta Directiva, siempre con la mirada puesta en el futuro, han trabajado incansablemente para mantener la esencia de la sociedad viva y en constante evolución. 


Así, la actual Junta, encabezada por Alberto Gavilanes Fidalgo, con el apoyo de Antonio Gavilanes, Begoña García, María del Pilar García, Cristina Marín Ana María González, José Manuel Fernández, Corona Marcos y Cristina Seco ha preparado, con mucho esfuerzo e ilusión, un evento de gran magnitud que marca un hito en la historia de la asociación.


La labor de todos los que formaron y forman parte de esta gran familia no puede pasar desapercibida. A través del trabajo de los vocales, secretarios y tesoreros, la Asociación ha crecido y se ha mantenido fiel a sus valores. Agradecemos profundamente el empeño de cada uno de ellos, sin cuya dedicación hoy no estaríamos celebrando este aniversario. ¡Gracias a todos por mantener en lo más alto el nombre de nuestra Sociedad!




jueves, 27 de marzo de 2025

 UN ALMENDRO EN LA BARBACANA

Se cuenta que un almendro que se aferraba a la pared de una especie de  barbacana situada sobre el único cubo de muralla que permanece intacto en el  castillo de Doña Urraca en Fermoselle fue durante muchos años un testigo mudo de amor, de promesas y de recuerdos que quedaban atrapados en las cámaras fotográficas de los recién casados y las parejas de novios que se acercaban a este rincón tan especial. En su sombra, bajo el cielo abierto, el susurro de los enamorados se mezclaba con la brisa, creando una atmósfera única, de las que solo se encuentran en los lugares donde el tiempo parece haberse detenido.

La pared, vieja y desgastada por el paso de los siglos, parecía haber encontrado en el almendro su compañero perfecto. Este árbol, con su resistencia admirable, se agarraba a las rocas de la barbacana como si fuera el último vestigio de vida en un lugar que había visto tantas historias, tantas despedidas y reencuentros. Las parejas, sin importar la época, posaban bajo su ramaje florecido, buscando inmortalizar en una fotografía lo que muchos llamaban el primer paso hacia la eternidad. Cada imagen tomada frente al almendro se convertía en un símbolo de amor perdurable, un recuerdo que perduraba en los hogares de las familias fermosellanas y de los visitantes que llegaban atraídos por la magia del lugar.


El almendro no solo era un símbolo para los enamorados, también era el alma del castillo para los habitantes de Fermoselle. Aquel árbol que parecía estar más cerca de las estrellas que de la tierra se convirtió en un punto de encuentro para muchas generaciones. Vecinos y turistas se detenían allí, junto a sus raíces, para dejar un pedazo de sí mismos en la historia del lugar. Aquella escena tan bucólica era la promesa de que el amor y la vida siempre encuentran un rincón donde florecer.

Sin embargo, en diciembre de 1981, un vendaval mortífero vino a romper la armonía de ese rincón encantado. El viento, como un invasor cruel, arrancó el almendro de cuajo, llevándose consigo no solo las ramas y hojas, sino también la esencia de todo lo que representaba. Aquella madrugada, el castillo pareció perder una parte de su alma, y el almendro dejó de ser la marca de tantos amores que se habían forjado bajo su sombra.



La noticia de su caída apareció en los medios provinciales, dejando un vacío en el corazón de Fermoselle. Las generaciones que habían crecido con el almendro como testigo de sus momentos más felices lamentaron su pérdida, pero también, como suele suceder con los grandes amores, entendieron que, aunque el árbol ya no estaba, su esencia seguía viva en los recuerdos que él había creado.


El tiempo pasó, y aunque la pared donde antes crecía el almendro quedó desmochada y triste, la naturaleza, siempre sabia, volvió a sorprender. De lo que parecía un lugar devastado, renació una nueva planta. De algún rincón olvidado, del interior de la roca, surgió una pequeña ramita, una nueva esperanza que brotaba del mismo lugar donde había estado el almendro. En su humildad, esta nueva vida parecía un homenaje al viejo árbol, una promesa de que el espíritu de lo vivido no se pierde jamás.

Hoy, aquel pequeño brote verde, que parece luchar por abrirse paso en la roca del castillo, es un símbolo de resiliencia, de la capacidad de renacer después de la tormenta. Los vecinos de Fermoselle, que aún recuerdan aquel almendro que floreció en sus corazones, ven en esta nueva planta la continuidad de la vida, el regreso de la esperanza. Es un recordatorio de que, aunque el viento pueda arrebatar algo en un momento dado, siempre habrá un nuevo brote que nos devuelva la vida, el amor y la memoria de lo que alguna vez fue.


Del libro escrito por Manuel Rivera Lozano titulado FERMOSELLE transcribo este fragmento del poema compuesto por el escritor zamorano Ignacio Sardá Martín dedicado a los protagonistas de la breve historia: la barbacana y el almendro,

“…Apenas le queda, apenas,

De todo su ayer y gloria,

Un torreón derrumbado

Y la barbacana mocha

Que alza el muñón de su bloque

Sobre la desnuda roca,

Retando a siglos y vientos,

Símbolo de la victoria

Pero aún hay vida en su entraña;

Aunque de mortero y toba;

Como un milagro de savia

Que su roquedal desborda,

Bandera de la esperanza

Que naturaleza entona,

Florido de aguas y soles

Que en las alturas retoza,

De entre los bloques del muro

Un almendro se enarbola…”

Ese mágico rincón, allá en lo alto, fue elegido por la poetisa fermosellana Iluminada Ramos Ramos,  para ilustrar la portada de su segundo poemario que tituló "Fermoselle, Arribes eternos" en 2014.

martes, 25 de marzo de 2025

 PASACALLES

(REVISTA 50 ANIVERSARIO)

“Cuando el Pulijón asoma por la calle del Requejo…” la villa de Fermoselle se llena de vida, de risas y de música. Es en ese instante cuando el espíritu festivo que nos caracteriza se hace palpable en cada rincón. Son pasacalles que se extienden por las angostas calles empinadas, un viaje alegre y colorido que marca el ritmo de nuestras fiestas patronales, haciendo que todos, jóvenes y mayores, se unan en una gran celebración.



Desde los primeros pasos, el bullicio se oye a lo lejos. La gente comienza a salir de sus casas y lo primero que les llega es la vibrante melodía de la charanga. Los primeros acordes de los Atronadores del Pulijón, con su potente sonido de tambor, platillos, acordeón, tamboril y dulzaina, invaden la calle, y en ese momento, no hay vuelta atrás: el Pulijón ha llegado. Es como una ola de alegría que recorre cada rincón, como si toda la villa se animara al unísono, de forma natural, para unirse a la fiesta.


La charanga es la banda sonora que marca el paso de cada uno de los socios. Los Atronadores, con su pasión y su energía, dan el toque único a estos pasacalles. En los últimos años, también se ha sumado a la fiesta la Cucuband de Medina del Campo, que trae su estilo particular y llena las plazas de ritmo, mientras los miembros del Pulijón, con su uniforme blanco y azul, desfilan por las calles con una sonrisa que nunca se borra de sus rostros.


No importa la edad, ni la condición. Cada miembro de la asociación El Pulijón tiene un papel importante en la marcha, porque en cada paso se refleja el compromiso y la tradición de hacer que nuestras fiestas sigan siendo un referente. Desde los más pequeños, con su inocencia y su entusiasmo, hasta los más veteranos, con su sabiduría y alegría, todos participan, creando una estampa única que es imposible de olvidar.


La esencia de la asociación El Pulijón siempre ha sido esa: dinamizar las fiestas patronales, convertirlas en un espectáculo de unión y diversión para todos. Y los pasacalles son una de las joyas que le dan vida a esa misión. Desde su creación, este evento se ha consolidado como una de las principales actividades que atraen a los vecinos y visitantes. Son momentos en los que la música lo envuelve todo, el aire se llena de cantos y risas, y todos los que participan se sienten parte de algo mucho más grande que ellos mismos.


Recorren la Plaza Mayor, suben por la calle del Requejo, cruzan los diferentes barrios y llegan hasta los rincones más escondidos de Fermoselle. No hay espacio en la Villa que se quede sin ser testigo de la magia de este desfile. Cada calle, cada plaza se llena de energía, de vida, de gente que se ríe, saluda, se une al paso del desfile. Todo el pueblo se convierte en parte del pasacalle, como si fuera un escenario de alegría.


Los pasacalles del Pulijón conforman una de las caras más festivas de nuestras fiestas patronales, el momento que todos los pulijoneros esperan, el que da comienzo a la verdadera celebración. Es el pulso de Fermoselle, el alma que mantiene vivas las tradiciones.


Este es el espíritu que El Pulijón mantiene vivo cada vez que sale a las calles de la localidad. Un espíritu de animación, de música, de encuentro, que hace de nuestras fiestas un evento memorable. 


Porque cuando El Pulijón asoma por la calle del Requejo… lo que realmente ocurre es que todo Fermoselle se pone a bailar, se pone a cantar, y se convierte, por unos días, en el corazón palpitante de la fiesta.


domingo, 9 de marzo de 2025

 LOS DESFILES

(REVISTA 50 ANIVERSARIO)

En el artículo X de los primeros estatutos de la Gran Peña Fermosellana "El Pulijón" figura en letras mayúsculas una expresión que ha marcado el espíritu de la agrupación desde su fundación: "BUEN HUMOR". Esta filosofía, que destila alegría y camaradería, ha sido la piedra angular de las actividades y celebraciones que han dado vida a la Peña a lo largo de los años. No es de extrañar, por tanto, que en su haber se encuentren organizados desfiles de humor que, en muchos casos, han servido no solo para arrancar sonrisas, sino también para hacer escuchar lemas reivindicativos, siempre con el toque jocoso y festivo que caracteriza a los miembros del Pulijón.



Durante varios años, los desfiles de humor fueron una de las actividades más esperadas, donde los socios se disfrazaban con creatividad y desbordante imaginación. Aunque la temática variaba, el objetivo era siempre el mismo: compartir risas, disfrutar de la compañía y, por supuesto, mantener viva la tradición de ofrecer humor y alegría al pueblo de Fermoselle. En estos desfiles, los miembros de la Peña no solo sacaban su lado más cómico, sino que también se sentían libres de expresar, a través del humor, algunas de las realidades que afectaban a la sociedad en esos tiempos.


Sin embargo, en los últimos años, la tradición de los desfiles de humor ha dado paso a una nueva propuesta que ha dejado huella: los desfiles medievales. Este cambio no ha hecho más que aumentar la magia y el entusiasmo en torno a los festejos, manteniendo la esencia del "buen humor", pero sumándole un toque histórico y cultural que hace que todo el pueblo de Fermoselle se sienta parte de una gran celebración medieval.


La cita comienza con una cena medieval en la planta noble del domicilio social de la Peña, un evento que transporta a los asistentes a tiempos antiguos, donde los manjares de antaño se sirven en un ambiente único. La velada cobra vida mientras los comensales disfrutan de un festín digno de los nobles medievales, ataviados con trajes que recrean las vestimentas de la época. La cena es solo el inicio de lo que está por venir. Más de un centenar de socios se agrupan, con sus trajes medievales, de diseños y colores variopintos, para recorrer las empedradas calles del casco histórico de Fermoselle.


El recorrido está lleno de música en vivo, con músicos que interpretan canciones medievales, llevando a todos los presentes a un viaje en el tiempo mientras caminan por las mismas calles que, siglos atrás, vieron pasar a nobles, caballeros y gentes del pueblo. Los desfiles no solo son una representación de la historia, sino también un fiel reflejo de la alegría, la camaradería y, sobre todo, el buen humor que siempre ha caracterizado al Pulijón.

Al final, aunque la temática medieval pueda ser más solemne en apariencia, los miembros de la Peña no dejan de lado su característico sentido del humor. Entre los detalles cómicos, las sorpresas y los momentos espontáneos, logran hacer de esta tradición un espectáculo inolvidable, donde el "buen humor" sigue siendo el protagonista, y en el que la comunidad se une para celebrar con diversión y orgullo su patrimonio cultural, sin dejar de sonreír.

De esta forma, los desfiles continúan siendo un homenaje al buen humor que ha sido el alma del Pulijón desde sus primeros estatutos.