domingo, 7 de febrero de 2021

 A VUELAPLUMA

ANE MONZÓN GARCÍA

“ORO LÍQUIDO DE FERMOSELLE”


Ane Monzón García, nació en Salamanca y se siente fermosellana de corazón  y por los cuatro costados; no en vano  sus predecesores ahondan sus raíces en Fermoselle. Actualmente estudia un doble grado de periodismo y humanidades en la universidad Carlos III de Madrid. Dentro de la asignatura Reportaje en Profundidad ha elaborado un trabajo claramente relacionado con Fermoselle y con una de las actividades agrícolas más importantes de la Villa como es la recogida de la aceituna y la elaboración del aceite. Lleva por título “ORO LÍQUIDO DE FERMOSELLE”.

Dice Ane que eligió ese tema porque quería aproximarme al mundo rural en un momento en el que parece que todo se centra en las grandes instituciones y la velocidad de las ciudades. Que le pareció una buena manera de acercarse al pueblo y a su historia e incluso a su círculo más cercano (los personajes que cita tienen relación familiar con ella).

Se trata de una descripción realista en la que participa activamente, muy bien estructurada y con un fuerte sabor lígrimo al terruño.

Trascribo algunos párrafos:

“En la comarca zamorana  de Sayago, oculto entre los Arribes del Duero y erigido sobre un subsuelo de más de mil bodegas, el pequeño pueblo de Fermoselle cobija a sus lugareños, protagonistas de la historia que hoy tintará estas páginas. Esta localidad -declarada conjunto histórico-artístico en el año 1974- recibe durante el año a cientos de turistas rurales quienes, a  pesar  de las restricciones marcadas por las consecuencias de la pandemia, intentan huir de la acelerada vida de la polis. Pero durante el mes  de  diciembre,  la  faena   central es la aceituna; la producción del aceite fermosellano, llamado “oro líquido”, que es fruto de un trabajo costoso de recogida, transporte y maquinaria…”

“También pensé, al observar los paisajes, que no es de extrañar el topónimo de la villa, cuyo significado etimológico es “fermosa ella”, ya que hace justicia a los perfiles arquitectónicos romanos, las empinadas calles con casas de granito y las extensas panorámicas de los cañones fluviales flanqueados por bancales…”

“El olivo que “pañaban” era de grandes dimensiones; un olivo de más de mil años de antigüedad. Lo habían rodeado con las típicas redes verdes que cubren el suelo y recogen el fruto que cae de  las ramas. Gabri se encargaba de podar la parte superior del árbol para facilitar la altura del vareo…”

“Cerca del olivo, Toño atiza una lumbre en la que se preparará posteriormente la parrilla. Se aprovechan las hojas, ramas y ramones que  se  han  caído  de  los olivos para  hacer  el  fuego.  El contraste entre el frío de diciembre y el calor de la lumbre permite amenizar la faena. Meri no tiene inconveniente en admitir que lo mejor de la recogida de la aceituna es la comida. Sobre la lumbre se cocinan costillas, el habitual pestorejo -careta de cerdo adobada- o lo que apetezca; todo esto acompañado del hornazo típico de la zona y, a lo mejor, de las propias aceitunas ya preparadas tras el aliño…”

“Roberto Fariza, un forastero que llegó en los ochenta como guardia civil al pueblo -con un puesto de vigilancia fronteriza- sin intención de quedarse, ya lleva más de treinta años siendo un follaco más (gentilicio que también se les da   a los fermosellanos). Se casó con Begoña -hija de la Pili del Amado “Patricio” y del Emilio del Tomás “Calero” y la María “Panadera”- con quien formó una familia y construyó una casa. “No pensaba quedarme y ahí me ves con ocho viñas, el olivar, el huerto, las gallinas y los perros”, nos dice. Ahora jubilado y en la reserva activa, dedica la mayor parte de su tiempo al mundo de la agricultura, por el que siente una gran pasión.

Cuenta cómo ha cambiado el pueblo desde que él llegó. Debido a las transformaciones que ha experimentado el mundo rural en las últimas décadas, Fermoselle forma parte de lo que conocemos como “la España vaciada”. A principios del siglo XX,  cuando el municipio podía llegar a contar con más de 8000 habitantes, se produjo un primer éxodo de emigración hacia varios países de Latinoamérica como Argentina, México y Chile. Más tarde, en las décadas de los 50 y 60, sucedió la diáspora rural hacia zonas urbanas del interior de España como Bilbao, Barcelona o Madrid. “Cuando yo llegué a Fermoselle, en enero del 85, había 2740 habitantes y hoy seguramente no llegue a los mil. Aunque hay 1200 empadronados porque la gente se empadrona para pagar menos impuestos, sobre todo para los vehículos de rodaje, ya que es más barato aquí”, dice Roberto…”

Para finalizar este “A vuelapluma” decir que Ane tiene estudios musicales y que ha participado en todas las ediciones de las Veladas Musicales “JÓVENES INTÉRPRETES”, actividad organizada en Fermoselle por la Asociación Cultural “El Pulijón” de la que también es socia.

Enhorabuena, Ane, y a continuar en esa línea de trabajo y éxitos.

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