miércoles, 9 de diciembre de 2020

EL ÁRBOL DE CORCHO

Se cuenta que en Fermoselle desde hace muchísimos años se yergue un árbol con un porte majestuoso que es la envidia de cuantos pasan ante él.

Centenario, imponente, altivo…son algunos de los epítetos con los que se pueden calificar al alcornoque o como lo nombran los fermosellanos con acepción tan aclaratoria “el árbol de corcho”. Sí, sí, “árbol de corcho” para que no haya ni un atisbo de duda al contemplarlo a la entrada del pueblo como si de un “guardián” del poblado se tratara, ya que no es lo normal encontrar en solitario a estos ejemplares sino más bien formando masas arbóreas o alcornocales con miles de plantas como se pueden contemplar en Fornillos de Fermoselle con más de 30.000 piezas repartidas en unas 200 hectáreas de terreno.

Es  todo un orgullo para los vecinos, que además lo conocen desde la infancia, el poder acercarse a él para observar el corcho que recubre el tronco y parte del ramaje más grueso. Fueron muchas las meriendas que antaño se compartían alegremente con los amigos aprovechando su compacta sombra.

Siendo niño recuerdo a mi abuelo que me contaba, tal vez para meterme miedo, que las brujas existentes en Fermoselle se reunían en aquelarres las noches claras del estío para celebrar sus reuniones y rituales danzando con locura alrededor de su leño. Y yo me lo creía.

Tan fuerte es su amor a este pueblo que se aferra día tras día al terruño, luchando contra las adversidades con las que se ha tropezado, como la que sufrió hace unos años en la que el fuego abrasó una buena parte de su voluminoso cuerpo.

¡Cómo no recordar aquellas carreras que desde su parcela y carretera abajo echábamos los niños al atardecer acompañando al “correo” (nombre que se le daba al autocar de servicio público entre Zamora y Fermoselle) vitoreándole hasta su llegada al garaje situado junto al molino!

¡Cómo no imaginar, fisgoneando desde los “chiscones”, las conversaciones silenciosas que mantendrá con su vecino, el emigrante, durante las eternas y gélidas noches invernales!

¡Cómo no reconocer que ha sido, en tiempos pasados, el depositario del último y nostálgico adiós al pueblo, a nuestro pueblo, a la hora de partir hacia los respectivos hogares en el exterior!

Se cuenta que aún conserva la energía y las agallas suficientes para seguir  guardando los secretos de las gentes de Fermoselle. Que así sea, amigo “árbol de corcho”.

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