Iº ENCIERRO INFANTIL

Excesivo nerviosismo se notaba en
caras y gestos de los niños, y por qué no decirlo en las de padres y abuelos, a
la espera del encierro con toras para menores. No había finalizado el desfile
de peñas y el recorrido estaba repleto de corredores infantiles que expectantes
ansiaban la salida de los “morlacos”. Anunciado para las once, el largo
recorrido del desfile obligó a la organización, en este caso la Peña El
Pulijón, a retrasarlo media hora. Se cumplían las once y media cuando cientos
de niños, con el rebujo del periódico en la mano, se apostaban a medio
recorrido junto a la hornacina donde se encuentra San Agustín, patrón de los
festejos fermosellanos, para entonar el “A San Agustín pedimos…” (¿Copiaron los
pamplonicas de nosotros?). Mientras, “Fari”, el ganadero, su mayoral y pastores
atendían minuciosamente al ganado enchiquerado en un pajar cercano. Los
miembros de la Cruz Roja se apostaban en lugares estratégicos para actuar si
fuere necesario. Socios y simpatizantes del Pulijón se distribuían por
diferentes puntos para apoyar la seguridad. En las terrazas se abría el paso necesario
para facilitar la carrera de astados y peques. Las aceras eran copadas por los
espectadores. Todo se encontraba preparado, pero una escapada en falso de la
manada obligó a los pastores a bregar de lo lindo para retornarlos de nuevo al pajar. Los músculos se tensan por
momentos. Se inicia el primer canto al Santo…el segundo y el tercero. Los más
fuertes se suben hasta el Arco para apretar aún más el atasco producido por la
multitud de corredores. Roberto, tamborilero del Pulijón, anuncia la salida a
base de toque de trompeta. Saltos, estiramientos de músculos, latidos del corazón
a cien, miradas fijas en el cañizo que tapona la salida y…al griterío del
¡ya,ya,ya! aparecen los tres novillos simulados por debajo de la arcada
enfilando calle abajo. El caballista intenta que no se den la vuelta. Los
niños, a carrera limpia, como recién llegados de la Olimpiada que acaba de
finalizar, desafían las astas de los animales con una intrepidez que ya desearían
tener otros corredores afamados. Al pasar junto al local del Pulijón se para
uno de los novillos metiendo el miedo en el cuerpo al numerosísimo grupo de
espectadores. El riesgo se palpa en el ambiente. La chiquillería continúa con
lo suyo, es decir acosando a los morlacos a diestro y siniestro. Mientras el
novillo más veloz llega a la plaza, el segundo se aposta junto al bar España,
impidiendo que nadie suba o baje si no es arriesgando el tipo. Interviene el
caballista consiguiendo arrastrar a los dos retrasados al coso de la Plaza Mayor.
Capotazos de rigor a cargo de un “sobresaliente” y de varios espontáneos para
embocar al ganado Calle Arriba. Lo tienen muy difícil, pues el gentío infantil
cada vez es mayor. Las reses se acobardan y de vez en cuando se paran con los más
pequeños a los que les hacen carantoñas…pero por unos segundos, pues son
arrastrados lentamente tirando de ellos los corredores más avezados. Llegan de nuevo al Arco. Un breve
receso para reponer fuerzas y los novillos braman mostrando su bravura. El
encierro de reinicia nuevamente. Vuelven las carreras, los empujones, el ¡que
vienen, que vienen!, los apresuramientos, algún revolcón que otro, los sustos,
las carreras bonitas de los más atrevidos, en fin, una composición taurina
digna de cualquier noticiario de televisión que se precie o portada de medios
escritos. Comentarios de este tipo : “Para mí, lo mejor de la fiesta”, “hay que
alabar esta fórmula de que arraiguen nuestras tradiciones en los más pequeños”,
“Nunca había visto cosa igual, lo que me he divertido” cierran nuestra
información taurina. El viernes nos espera para el 2º encierro. ¡Va por todos,
pequeños maestros!
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