Y LA CAMPANA TORERA DUERME
EN SILENCIO
Un año más se apagaron los sones de
la Campana Torera después de realizar su trabajo de comunicar a los
fermosellanos de que algún festejo estaba a punto de celebrarse en algún punto
de la villa durante las fiestas pasadas.
Allá, en lo alto, se ha quedado
sin la compañía de su amigo, el campanero. No siente su palpitar y el ritmo
acelerado impreso con mano fuerte. Se ha llevado la maroma que le unía
físicamente a ella y con una suave inclinación de cabeza le ha susurrado un
“hasta pronto” casi imperceptible. La mirada de la campana se dirige al centro
del coso y lo encuentra vacío. Otea el horizonte hacia los corrales de San
Albín y no percibe la polvareda producida durante los encierros. Ya no
contempla la mirada de tantos ojos que se dirigían hacia ella escrutando todos
sus movimientos. Ha enmudecido sin ningún tipo de exigencia. Siente que su
labor ha finalizado por este ejercicio. No lo entiende pero lo acepta. De mover
a todo un pueblo sobrepasado de gente a encontrarse prácticamente sola, allá
arriba, en lo alto del frontal del ayuntamiento, no ha pasado más que un
instante. Silencio, silencio, silencio.
La Campana, nuestra Campana Torera se
retira con humildad, de puntillas, para ejercer solamente como anunciadora de las
diferentes horas del reloj. ¡También es un honor para ella! Que descanses en tu
atalaya de oro. Tu inconfundible sonido lo llevaremos muy adentro.
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