LA ANTORCHA DEL PULIJÓN EN LA CALLE
Aunque parezca mentira, el
Pulijón, la antorcha-pebetero que en otras épocas fue uno de los mitos festivos
por excelencia y adorado, en especial, por el conjunto de la chiquillería que
tras el Choto y el Maruja deambulaban por las calles de la localidad, sigue
existiendo y cada año se pasea portado por la peña “El Pulijón”por las
principales arterias de Fermoselle coincidiendo con el fin de semana que tienen
lugar los festejos taurinos. Este año fue el “sábado de toros”.
A las 11 de la noche se celebró
el ritual del encendido: preparación del medio cántaro de barro, troceado de
los pellejos con la pez incluida, pastillas para provocar el fuego, avivado de
las llamas y colocación sobre el tridente de palo de encina con 41 años a sus
“espaldas”. A continuación la “comitiva pulijonera” inicia el desfile pasando
bajo el Arco y enfilando la cuesta hacia Santa Colomba. Primero Emilín,
portador del pulijón, le sigue Antonio, el tamborilero, y detrás el grueso de
los cerca de 70 socios que se animaron en esta pacífica noche a pasear
acompañando a la antorcha festiva. Al son de flauta y tamboril se llega a la
plazuela de Santa Colomba, virando casi 360 grados por el Corral de Concejo,
Palomberas y parada junto a la antigua fragua de “Pablo, el herrero” para
recargar el pebetero de material combustible.
Se reinicia el desfile y sin
saber cómo, a unos metros, se desploma el cántaro rompiéndose en pedazos entre
la sorpresa y el susto de los acompañantes. El portador sufrió una leves quemaduras
de la pez que se pegó en una de sus manos. Mientras se vuelve a los locales de
la peña (muy cercana al incidente) a buscar el de repuesto hubo tiempo para
cantar La Coronela en torno a los fragmentos que estaban en el suelo y a
recitar el bello poema que Luis Colino dedicó al “pulijón” y que Manolo Porrino
recitaba con tanto arte y amor que emocionaba escucharle.
Ya todo en orden, se baja por la
calle del Guapo, la Amargura, Plaza de la Iglesia, Plaza Mayor (con la verbena
a rebosas de gente), Calle Arriba y plazoleta del Pulijón donde se dio por
finalizado tan intenso paseo con nuestra antorcha señera.
El publico apostado en las calles
y las plazas aplaudieron como agradecimiento pues muchos niños y jóvenes no
habían tenido la oportunidad de ver en pleno apogeo las llamas y percibir el
olor característico que despide la pez cuando arde.
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