UN SÁBADO DE TOROS EN TIEMPOS DE
PANDEMIA
Sábado
de Toros en Fermoselle. Levanto la persiana del portal. El tan tan de la Campana Torera se filtra en mi
interior. ¿Cómo puede ser? Se aproxima la hora del encierro… pero si estaban
todos los festejos suspendidos. Afino el oído comprobando que la Campana no
miente, que se desgañita anunciando no sé qué. Recompongo mis sentidos y me
acerco con velocidad al Arco. ¡Nada, ni nadie! Ya son las 11 y los novillos estarían
a punto de iniciar su infernal recorrido.
¡Es verdad! Al campanero no le
tiembla el pulso pero el sonido, el ritmo, el poder de convocatoria no aparece;
le falta la emoción, el empuje, la intensidad que mueve voluntades. ¡Ni un alma
en un punto tan emblemático del trayecto donde se concentra la finura que se
establece entre el hombre aguerrido y el toro bravo en carrera!
Corro
hasta el Terradillo. Mi vista se obnubila.
¡Nadie, ni nada! Ni arriba en el
murallón ni abajo en el campo de la verdad. Todo es tranquilidad absoluta.
¿Dónde están los mozos de mi pueblo este Sábado de Toros y a esta hora? ¿Dónde
las gentes que se aprietan en el entorno para aplaudir y vitorear las carreras de
los más valientes? Estoy confundido.
Nada concuerda entre lo que ocurre en el
campanario del ayuntamiento y la realidad del Terradillo. Siendo hoy el día más
grande de las fiestas y cuando mayor es el número de personas reunidas en
Fermoselle todo se convierte en un intrigante silencio.
Intento
ordenar mi programa…Campana Torera, Sábado de Toros, 11 de la mañana, hora del
encierro, el Terradillo vacío. Estos parámetros no me cuadran y vuelvo sobre
mis pasos al Arco para continuar por la Calle Abajo hasta la Plaza Mayor.
La
realidad es muy tozuda y siempre acaba poniéndote en tu sitio. ¡Nada, ni nadie!
No hay talanqueras, ni cañizo, ni tendidos, ni el colorido del atuendo de las
numerosas peñas; pero la campana y su
fiel compañero siguen a lo suyo. ¿Todo es ficticio? ¿O es una ilusión que
aflora ante la nostalgia de lo vivido y sentido en otras ocasiones?
Pasado
un rato todo se trastoca; la campana se tomaba un eterno descanso, el
campanero abandonaba su privilegiado aposento, las terrazas se llenaban de
gentes un tanto despreocupadas del día, la música brillaba por su ausencia, se
respiraba un sosiego absoluto. La fiesta se había ausentado.
¿Qué
ha ocurrido, pues, en Fermoselle este
Sábado de Toros? ¿Todo ha sido un sueño de medianoche que ha anidado en el sentir espiritual de no pocos fermosellanos?
¿O es fruto de la imaginación calenturienta de quien esto escribe en una fresca
mañana? Cada cual tendrá su respuesta.
Y
como lo anteriormente escrito podría resultar algo parecido a una extorsión de
lo acontecido y alegando aquello de que una imagen vale más que mil palabras, mi
cámara, a invitación del maestro fotógrafo Emilio Seco, refrenda esta especie
de divagación con un reportaje que bien podría denominarse “UN SABADO DE TOROS
EN TIEMPOS DE PANDEMIA”.
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