ANTONIO GARCÍA VICENTE
PREGONERO EN FERMOSELLE

Ha sido un pregón excelentemente
articulado, pronunciado con verbo ágil y con
gran dominio de la oratoria…y sin papeles delante Un pregón familiar,
festivo y hasta reivindicativo. Mereció
la pena seguirlo en vivo.

“¡Hola
Fermoselle!
¿Qué
tal estáis?... ¡Cuánto me alegro de estar aquí hoy!
¡Vaya
ambientazo y vaya ganas de fiesta que tenéis!, ¿eh?
No
os asustéis y no penséis que vaya niño más gamberro, que me he colado aquí… ¡que
no soy ningún bromista!
No,
no, yo soy Antonio García Vicente, soy programador y doy charlas sobre
tecnología. Tengo 11 años y vivo en Villanubla, un pequeño pueblo de Valladolid
que tiene bastantes cosas en común con Fermoselle. Y tengo
el grandísimo honor de ser el pregonero de vuestras fiestas de San Agustín
2019.
Lo
primero, quiero dar las gracias al ayuntamiento de Fermoselle por darme esta
oportunidad. Y es que, he dado charlas para empresas muy importantes, o en
programas de televisión muy conocidos, pero nada ha sido tan especial como
esto, porque hoy voy a hacer feliz a una persona a la que quiero muchísimo y
que está aquí también: a mi abuelo José Dacio Vicente Villarino, fermosellano como
vosotros. Él, como muchos otros, se fue del pueblo, hace muchos años, para
buscar trabajo.
Y
esa es una de las razones por las que hoy estoy aquí, porque represento un poco
el pasado y el futuro.
Sí,
el pasado, como os he dicho, por mi abuelo.
Era
el pequeño de cinco hermanos: Angelita, Fernando, Isabel, Milagros y él. Tuvo
que dejar el colegio muy pronto, con tan solo 9 años, al morir su padre y se
puso a trabajar ayudando a su madre a vender fruta por los pueblos.
Fueron
tiempos muy difíciles. Su hermana Isabel tuvo que marchar a Argentina con tan
solo 15 años y nunca pudo volver ni a Fermoselle ni tan siquiera a España. Pero
formó su familia, y pasados los años hemos podido conocer a parte de los primos
de allí.
Al
morir mi bisabuela, mi abuelo tuvo que irse tras su hermano Fernando a Bilbao
para probar suerte allí. Así, él también se convirtió en uno más de los
emigrantes que en los años 50 y 60 salieron de Fermoselle al País Vasco,
Cataluña o fuera de España.
Sus
hermanas, Angelita y Milagros, fueron las únicas que sí vivieron toda su vida
en Fermoselle, pero actualmente, ya sólo queda mi abuelo de todos ellos.
Así
que, quiero que mi pregón sea hoy un homenaje a todos ellos, a mi familia que
está y a la que no, a los fermosellanos que se fueron y no pudieron volver, a
los que nunca se marcharon y siguieron manteniendo la belleza de este lugar y a
los que vuelven ahora orgullosos de sus raíces.
Eh,
pero no todo han sido cosas tristes. Le he preguntado a mi abuelo, a mi madre y
a mis tíos qué recuerdos tienen de Fermoselle y de sus fiestas, porque era en
esos días en los que volvían a ver a la familia y a disfrutar de todo lo que
habían dejado aquí.
Me
han contado cómo son las fiestas, los encierros, que alguna vez se escapaban
los toros por los viñedos y había que ir a por ellos…
También
me han explicado cómo se montaba la plaza, que es una maravilla, que por lo que
me han dicho, sigue siendo la familia Tarabilla la encargada de montarla.
Enhorabuena, porque vaya trabajazo.
Mi
abuelo me dijo que antes, las familias iban al campo a ver los toros que se
iban a traer al pueblo, y así pasaban todos juntos un día fantástico, que por
cierto, creo que este año habéis retomado esa costumbre y os habéis ido a
Salamanca, ¿no?
También
me han hablado de las peñas, con un montón de historia, como la del Pulijón o la
Garrocha y mi madre, lo que más recuerda de pequeña, son las verbenas, porque
dice que estaban bailando, de repente sonaban los pitos y soltaban las
vaquillas y ella pasaba mucho miedo por si no les daba tiempo a subirse al
tendido.
Pero
a todos se les ilumina la cara cuando hablan de la belleza del entorno. Me han
contado que iban a bañarse a la Cicutina, a coger moras por la carretera del
cementerio y mi abuelo dice que si un gallo canta en Fermoselle, se escucha en
dos naciones y tres provincias.
Y
toda esta maravilla que tenéis aquí hay que darla a conocer a todo el mundo.
Porque, ¡mira que es bonito Fermoselle! Yo es la tercera vez que vengo y me
encantan sus calles de piedra, tan estrechas y empinadas.
Pero
sé que ahora mismo tenéis un problema muy grave. Me ha dicho mi primo, que a
principios del siglo XX había casi 6,000 habitantes en Fermoselle, y que era
una de las principales villas de Zamora. Actualmente, sois algo más de 1200 y
eso hay que cambiarlo como sea y volver a darle el esplendor que tuvo en su
día.

Y
así es como tenéis que ver a Fermoselle como a un niño que tiene una gran
historia detrás, pero un gran futuro por delante, al que hay que “educar y
preparar” de forma que se convierta en grande y robusto para seguir manteniendo
y enriqueciendo su historia.
Como
os he dicho, yo vengo de Villanubla, un pueblo de Valladolid, bastante más
pequeño que Fermoselle, pero que sin embargo, tiene casi el doble de
habitantes. Cuando mis padres fueron a vivir allí, hace veinte años, tan solo había
unos 900 habitantes, y ahora ya son más de 2.600. Me cuentan que estuvieron a
punto de cerrar el colegio porque no había niños, y ahora hemos tenido que
ampliarlo porque no cabemos. Y, ¿por qué ha pasado eso? Bueno, pues porque
ahora mismo hay muchos trabajos que se pueden hacer a distancia, sin necesidad
de desplazarse o de vivir en el mismo sitio que se trabaja, y eso permite que
en sitios rurales más apartados se puedan desarrollar negocios que antes eran
impensables.
Sí,
me diréis, claro, Villanubla está a 9 km de Valladolid, y las comunicaciones
son buenas, pero aquí no pasa lo mismo.


¿Sabéis?
Cuando mis padres le decían a la gente en Valladolid o de fuera que íbamos a
estar hoy aquí, todo el mundo sabía dónde estaba Fermoselle, ¿por algo será,
no?
Y es
que, no por no vivir en una gran ciudad tenéis que conformaros con no tener las
cosas. Veréis, yo empecé a programar con 6 años, y enseguida vi que eso me
servía para estudiar en el cole de una forma más divertida, así que, enseñé a
mis compañeros y profesores lo que yo aprendía y montamos un club de
programación en el pueblo, en el que somos ya 54 niños de entre 6 y 16 años los
que creamos todo lo que se nos ocurre, y aprendemos jugando y jugamos
aprendiendo.
La
gente se sorprende de que no tengamos que ir a Valladolid para aprender
programación, robótica, ciencia, pero es que no hace falta, sólo hemos
necesitado ganas, creatividad e ilusión.
Y
eso es lo que cuento cuando doy las charlas a grandes directivos, a educadores
o hablo sobre el futuro tecnológico, siempre intento contagiar lo mismo, mi
“virus bueno” como a mí me gusta llamarlo, y ese virus bueno consiste en hacer
todo con ilusión y con pasión porque con ganas se consigue todo, el límite
nuestra imaginación, como decía Disney: “si lo puedes soñar, lo puedes hacer”,
y de eso se trata, de crear, de imaginar, de solucionar.

Estoy
segurísimo de que lo vais a conseguir, porque tenéis la materia prima necesaria
para lograrlo, solo os falta creer que podéis.
Así
que, vamos a empezar desde ahora mismo a enseñarle al mundo lo que los
fermosellanos sois capaces de hacer, comenzando por estas maravillosas fiestas,
así que no me enrollo más…
¡FELICES
FIESTAS DE SAN AGUSTÍN 2019! Y ¡VIVA FERMOSELLE!”
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