jueves, 23 de enero de 2020

EL REGATO DE LOS OLIVICOS ROMPE SU SILENCIO
Algo poco común acontece estos últimos días en la zona conocida como Los Olivicos. El agua cantarina del regato que ahí lleva su nombre, rompe el silencio del paraje que riega con sus aguas transparentes procedentes de los fuertes aguaceros que han caído en Fermoselle y de los manantiales, ahora sí, repuestos de una larga sequía.
Transitando hacia la finca de recreo que posee la Peña “El Pulijón” pasado el puente y a medida que me aproximo al cauce habitualmente reseco del regato percibo un sonecillo continuado que me invita a avanzar con celeridad hasta el punto de donde procede la “musiquilla”. 
¡Qué grata sorpresa me llevo al contemplar el espectáculo! El caudal del regato de los Olivicos, que más arriba recibe el nombre de regato de “San Pedro”, corre dando rienda suelta a su libertad camino del padre Duero. Se aprecia que unas horas antes habría estado a punto de saltar el nivel del puentecillo. 
Es verdad que en sus orillas, incluso en su propio lecho, han crecido de forma salvaje toda clase de hierbas y arbustos que embrutecen su entorno pero ello no empaña la hermosura idílica que atesora un lugar que otrora se convertía a diario en una especie de ágora fermosellana.
Siendo niño, aguas arriba del puente, se extendían unas lastras rocosas bañadas por las aguas del regato. En este lugar, esas aguas se ensanchaban a modo de bao para permitir a las mujeres fermosellanas lavar la ropa. 
El trajín era diario y a cualquier hora. Había que aprovechar el líquido elemento, por aquel entonces no contaminado, para realizar esa tarea de limpieza. El rito siempre era el mismo. Nuestras madres, ¡qué valientes y sufridas! , ayudadas, a veces,  por sus hijas  cargaban el baño de cinc sobre el rodete o rodilla  colocado en la cabeza para mantener mejor el equilibrio y en las manos llevaban la tajuela y la tabla de lavar. Ya en el lugar elegido se iniciaba la tarea que describiré en otro momento.
Y es que el regato de los Olivicos en aquellas fechas mantenía un caudal constante prácticamente todo el año. Eran otros tiempos. 
Ahora, sin embargo, lo raro es encontrarlo con agua abundante , que aunque no se la utilice para nada sí que da vida a las plantas y a los animales que habitan en su contorno      a la vez que reconforta los sentidos de cuantos se animan, dando un paseo saludable, acercarse a su vera para compartir su embriagadora soledad.


2 comentarios:

JAIME dijo...

Gracias por hacernos recordar aquellos tiempos, que aunque eran duros también los que eramos niños nos sentíamos felices y dabamos valor a todas las cosas por muy pequeñitas que fueran.
Seguir así que vais muy bien. SALUDOS

Pulijon dijo...

Así es, amigo Jaime. Gracias.