martes, 7 de abril de 2020

MISERERE AL CRISTO DE LA AGONÍA
El canto religioso del Miserere fue creado por Gregorio Allegri en torno al año 1.638. Lo compuso para ser cantado en latín el miércoles y el viernes de Semana Santa en la Capilla Sixtina (Basílica de San Pedro en el Vaticano). Musicaliza el Salmo 51 en el que se narra la visita del profesa Natán al rey David por haber cometido un adulterio, de ahí que también se le conozca como el Salmo de David.
En Fermoselle siempre se lo oí interpretar a capela a Ramiro, sacristán de la parroquia, los días de Semana Santa dirigiendo a los cofrades de la “Orden Tercera de San Francisco”. Posteriormente también la entonaron, con mucho acierto, Anselmo Fortuna y Jesús Varas. En la actualidad el coro de los cofrades de Nuestro Señor de la Agonía la canta el Miércoles Santo durante la “Procesión Nocturna del Silencio” en diferentes momentos del recorrido.


 Ten piedad de mí, oh Dios,
Conforme a tu misericordia:
Conforme a la multitud de tus piedades
Borra mis rebeliones.


Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.
Porque yo reconozco mis rebeliones;
Y mi pecado está siempre delante de mí.


A ti, a ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos:
Porque seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.


He aquí,
En maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.


He aquí,
Tú amas la verdad en lo íntimo:
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
Purifícame con hisopo, y será limpio:


Lávame, y seré emblanquecido más que la nieve.
Hazme oír gozo y alegría;
Y se recrearán los huesos que has abatido.
Esconde tu rostro de mis pecados,
Y borra todas mis maldades.


Crea en mí, oh Dios,
Un corazón limpio;
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
No me eches de delante de ti;



Y no quites de mí tu santo espíritu.
Vuélveme el gozo de tu salud;
Y el espíritu libre me sustente.
Enseñaré á los prevaricadores tus caminos;


Y los pecadores se convertirán a ti.
Líbrame de homicidios, oh Dios,

Dios de mi salud:


Cantará mi lengua tu justicia.
Señor, abre mis labios;
Y publicará mi boca tu alabanza.


Porque no quieres tu sacrificio,
Que yo daría;
No quieres holocausto.


Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado:
Al corazón contrito y humillado
No despreciarás tú, oh Dios.
Haz bien con tu benevolencia á Sión:


Edifica los muros de Jerusalén.
Entonces te agradarán los sacrificios de justicia,

El holocausto ú ofrenda del todo quemada:
Entonces ofrecerán sobre tu altar becerros.


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