SOS…CABINA TELEFÓNICA DE FERMOSELLE
Las cabinas telefónicas tienen los
días contados
La cabina de teléfono
aún forma parte del paisaje urbano de Fermoselle. Solamente se conserva una, junto
a la puerta norte de la iglesia parroquial, después que hace unos años desaparecieron
las otras dos situadas en la Plaza Vieja y en Santa Colomba. Se marcharon
silenciosamente sin recoger el agradecimiento que le correspondían por tantos
servicios prestados.
Pero sobre la que nos
queda en pie pende una espada de Damocles que en cualquier momento puede caer
sobre ella. Reconozco que su utilidad primigenia ha quedado prácticamente
reducida a la nada debido a la aparición de la telefonía móvil, pero no por ello se
debe hacer tabla rasa y liquidarla porque ahora a la empresa gestora no le es
productiva. Claro, como el interés económico prima por encima de cualquier otro
estamos seguros que su vida se encuentra en la recta final.
Y me pregunto. Llegado
ese momento, ¿no se podría hacer algo para mantenerla enhiesta, eso sí, con el
decoro que se merece? Un mueble urbano que guarda como secreto de confesión
tantos mensajes privativos de cuantos se recluían en él no se merecería ese
trato tan cruel.
¡Cuántas situaciones de
alegrías, de emociones, de llantos, de sorpresas, de ensueños, de realidades,
incluso de odio, se recogieron entre sus cuatro paredes acristaladas! Todas
esas vivencias se irían al traste si nos quedamos de brazos cruzados.
Seguro que más de uno
pensará todo lo contrario al considerarla un trasto muerto que lo único que
hace es afear el entorno. Todos mis respetos para el que así lo sienta.
Viene esto a cuento a
que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia remitió el pasado mes
de diciembre un informe al Ministerio de Industria, Energía y Turismo en el que
aconseja que se revise la función de servicio universal de telecomunicaciones
frente a la irrupción de la generación de los teléfonos móviles. Ello supone,
en la práctica, la retirada total de las cabinas.
Lejos quedan los días de gloria del primer teléfono
público español instalado en 1.928 en Viana Park, en el Parque del Retiro de
Madrid, que funcionaba con fichas y de aquellas cabinas que en 1.966 se
pusieron en marcha en las calles y que
se convertían en cómplices mudas de las conversaciones más íntimas. Puede ser
que el fin de las cabinas telefónicas no llegue hasta 2018, pero
lo cierto es que este invento del siglo pasado está en peligro de extinción.
Las cabinas son un
derecho y un servicio en favor de los ciudadanos. El Servicio Universal está
recogido en la Ley General de
Telecomunicaciones y garantiza, entre otras prestaciones de
telecomunicaciones, que todos los ciudadanos tengan acceso a una red suficiente
de teléfonos de uso público, esto son, las cabinas. Por lo tanto, según recoge
el artículo 32 del
Real Decreto 726/2011, el prestador de este servicio debe atender con una
cabina los municipios de más de 1.000 habitantes, con una exigencia de un
teléfono más por cada 3.000 habitantes.
Como conclusión me
permito indicar que ese mobiliario urbano que nos resultó tan característico y
útil desaparece de nuestro entorno. No le damos mayor importancia, pero algún
día nos servirá de reflexión de los cambios que tan vertiginosamente vivimos.
Entonces nos volveremos nostálgicos y preguntaremos por qué no se conservó al
menos esta última cabina como un elemento integrado en el paisaje y recuerdo de
otra época.
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