A VUELAPLUMA
GILDO, un regidor con arrestos
CELEDONIO PÉREZ SÁNCHEZ
Traemos a esta sección a una
persona enamorada de Fermoselle a pesar de no haber nacido en la localidad. Y
lo hacemos en una fecha muy dolorosa para la villa cual es el fallecimiento de
Hermenegildo Píriz, “Gildo Borriquero” para los conocidos. Y lo hacemos hoy por
las palabras que le dedica en el diario La Opinión-El Correo de Zamora como un
panegírico al uso y a título póstumo.
Celedonio es licenciado en
Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Con
aproximadamente 32 años dedicados al ejercicio de esta profesión es actualmente
redactor jefe de dicho diario. La carrera profesional de Celedonio ha estado siempre
vinculada al medio rural. Sus artículos en otras publicaciones regionales y nacionales
han estado relacionados al ámbito rural o a la temática agropecuaria. En 2.011
recibió el Premio Nacional Galgos de España por su defensa a esta modalidad de
caza.
Celedonio, conocedor de
Gildo, de quien dice que “paró un tiempo la caída de Fermoselle”, le dedica el
siguiente panegírico a modo de “In Memoriam”:
Gildo en 2010 (centro) siendo concejal, junto a Luelmo, alcalde |
“No me cambio de
partido por nada, ni por cien millones". Esa frase u otra similar, pero
con el mismo mensaje, fue el titular de una entrevista que le hice a Gildo (Hermenegildo Píriz) hace 30 años o
así -que el tiempo es líquido y se escapa por las costuras-, cuando él era
alcalde de Fermoselle por la UCD. A los pocos meses, claro, se pasó a AP, como
hicieron otros muchos regidores en Zamora y otras provincias, huyendo de la
quema del partido centrista, abierto en canal por los intereses de las familias
políticas que lo desarmaron. Gildo tuvo que aguantar críticas y chanzas de sus
vecinos, pero su decisión no tuvo que ver con ninguna compra y sí con los
intereses del pueblo, que ganó conexión con la Diputación y se enganchó en un
buen vagón a las obras provinciales.
Así era Gildo y así eran aquellos tiempos, donde la necesidad se convertía en virtud o se ahogaba en la pena negra. Los mandatos de Gildo como alcalde fueron muy prolíficos para Fermoselle, que consiguió recomponerse en parte tras la sangría de la emigración que se prolongó durante décadas y dejó exhausto a un pueblo que sumó a finales del siglo XIX cerca de 5.500 habitantes. Fue un alcalde racial, de carácter, temido por sus enemigos y también por los políticos "amigos" de Zamora, los que repartían el bacalao. "A Gildo no hay nadie que le toree", le escuché decir alguna vez. Y era verdad porque imponía con su presencia, su voz gastada de vendedor y su inteligencia natural, labrada entre los culebreos de la supervivencia.
Así era Gildo y así eran aquellos tiempos, donde la necesidad se convertía en virtud o se ahogaba en la pena negra. Los mandatos de Gildo como alcalde fueron muy prolíficos para Fermoselle, que consiguió recomponerse en parte tras la sangría de la emigración que se prolongó durante décadas y dejó exhausto a un pueblo que sumó a finales del siglo XIX cerca de 5.500 habitantes. Fue un alcalde racial, de carácter, temido por sus enemigos y también por los políticos "amigos" de Zamora, los que repartían el bacalao. "A Gildo no hay nadie que le toree", le escuché decir alguna vez. Y era verdad porque imponía con su presencia, su voz gastada de vendedor y su inteligencia natural, labrada entre los culebreos de la supervivencia.
Ir a Fermoselle, al centro, a la Plaza Mayor y era verlo a él. Siempre estaba
allí. Por oficio y por curiosidad. Lo sabía todo del pueblo y de los vecinos.
Siempre le echaba la bronca -cariñosa- al periodista por alguna noticia que no
le hubiera gustado. Había que conocerlo para no tener en cuenta sus comentarios
acerados.
Contrariamente a lo que le pasa a muchos alcaldes, cuando él se encontraba más a gusto en su pueblo era en las fiestas y sus preparativos. Disfrutaba con los encierros y con su parafernalia. Y resolvía los problemas cuando llegaban. La última vez que lo vi estaba con Manuel Luelmo. En Fermoselle, claro. Pelo blanco, amplia presencia y ojos listos. Así era él. Un alcalde con arrestos”.
Contrariamente a lo que le pasa a muchos alcaldes, cuando él se encontraba más a gusto en su pueblo era en las fiestas y sus preparativos. Disfrutaba con los encierros y con su parafernalia. Y resolvía los problemas cuando llegaban. La última vez que lo vi estaba con Manuel Luelmo. En Fermoselle, claro. Pelo blanco, amplia presencia y ojos listos. Así era él. Un alcalde con arrestos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario