SEMANA SANTA EN FERMOSELLE: SENCILLEZ, EMOCIÓN Y ALMA
La Semana
Santa en Fermoselle, villa cargada de historia y misticismo, se celebra con una
sencillez que, lejos de restar solemnidad, la convierte en una manifestación
profunda de fe y recogimiento. No hay grandes alardes ni ostentaciones, pero sí
un respeto hondo, un silencio que pesa y una emoción que estremece. Durante
estos días, el corazón del pueblo late al compás de las imágenes sagradas que
recorren, solemnes, las principales arterias de la localidad.
Los vecinos de Fermoselle no son meros espectadores. Viven cada instante con el alma en vilo, acompañando con recogimiento a las tallas que, desde generaciones pasadas, han sido testigos de su devoción. Y es precisamente en esos momentos, cuando la respiración se entrecorta por la intensidad del sentimiento, donde la Semana Santa fermosellana muestra su verdadero rostro.
Uno de esos instantes llega en la noche del Jueves Santo. A las once en punto, en el interior de la parroquia, los cofrades del Cristo de la Agonía se sitúan en fila en el pasillo central, sumidos en un silencio sepulcral. El sacerdote les invita al compromiso, y ellos, con voz firme y al unísono, juran guardar silencio durante toda la procesión. Un silencio que habla más que cualquier palabra, que cala y emociona.
Con la madrugada del Viernes Santo llega uno de los episodios más conmovedores: el encuentro entre Madre e Hijo. En la confluencia de las calles Isidro Cabezas y Amargura, entre el resencio de la mañana y la quietud expectante de los penitentes, se produce ese cara a cara desgarrador entre Jesús y María. No se intercambian palabras, pero el silencio dice todo. Sus rostros tallados parecen contener una conversación profunda sobre el dolor, la pérdida y el amor infinito que los une. Un instante que invita a la reflexión más íntima.
Y como todo lo cristiano, esta historia de dolor y sacrificio encuentra su luz al final del túnel. O al principio, según se mire. En la Plaza Mayor, bajo la claridad de la mañana de Pascua, se celebra la Resurrección. Cristo resucitado es alzado ante un pueblo que lo abraza con la mirada y la fe. Es un momento de júbilo y esperanza, donde la tristeza se transforma en vida nueva. La plaza vibra con la certeza de que, tras el sufrimiento, siempre llega la luz.
Así se vive
la Semana Santa en Fermoselle: con sobriedad, con respeto, con una emoción
contenida que estalla en el interior de quienes la contemplan. Si deseas
experimentar una vivencia auténtica, si quieres ser testigo de gestos sublimes
y escenas únicas, ven a Fermoselle. Vuelve a tu casa con el espíritu renovado,
con el alma más llena y el corazón más cerca de lo eterno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario