A VUELAPLUMA
LUIS GARRIDO GÓMEZ
“LOS TEMPLOS SUBTERRÁNEOS DEL VINO: LAS BODEGAS FERMOSELLANAS”
Luis Garrido Gómez,
“jubilado de la escuela” como él mismo se define, es natural de Fermoselle
aunque reside desde hace muchos años en Málaga. Docente de primaria, realizó sus
estudios en la Escuela Normal “San
Fernando” de Zamora. Ejerció en varias localidades de la provincia malagueña.
Amante de todo lo relacionado con Fermoselle, donde pasa buenos ratos siempre
que el tiempo se lo permite, participa asiduamente en los “Atardeceres
Poéticos” organizados por la Asociación Cultural “El Pulijón”. El pasado 19 de
agosto nos presentó este trabajo que según sus propias palabras escribió
durante el tiempo de pandemia.
“Rememorándolas, las veo
como lugares mágicos, misteriosos, profundos, oscuros… pero siempre iluminados
con el ulular de un candil de mi padre. Las recuerdo con mucho ajetreo, de
donde suben y bajan, entran y salen, titanes, como hormigas por un diminuto
agujero, de las profundidades de las peñas. Aparecen revestidos, cual monjes
trapenses, con un saco de arpillera a modo de cucurucho, que le cae por la
espalda, para proteger la cabeza y el mono de trabajo, de la pez u otros
derrames en los pellejos, llevándolos a cuestas hacia una caballería o carro
que espera cerca de la zarcera o respiradero exterior.
Bajando de nuevo a las
entrañas de la roca, me imagino una maza aguzada en buena fragua, con pico en
los extremos, dando cuenta como pájaro carpintero, de pizarras, granitos y
gneis para ir horadando túneles, pasadizos, albañales…con cuidado geodésico y
evitar el derrumbe.
Esos héroes subterráneos,
hechos de una pasta no, sino de un mosto especial, iban configurando:
escaleras, arcos de medio punto, bóvedas y un sinfín de hoquedades. Escaleras
para acceder a las catacumbas del vino; arcos y bóvedas para sostenerlas;
huecos a medida para albergar cubas y toneles, amoldadas sus leguas para
una reclusión eterna en la hornacina correspondiente.
¡Cuánto trabajo, cuánto
esfuerzo, cuánto sudor, para elaborar y albergar, a una temperatura ideal, la
ambrosía de los dioses en forma de unos vinos, con embocaduras
espectaculares!!!
¡Cuántos brindis ingeniosos
entre el trasiego de tintos, blancos, dulces y espumosos, que resonaban entre
la yesca ancestral de sus paredes, para amortiguar el dolor por alguna
que otra tragedia por el dióxido de carbono!
¡Hablad, bodegas
ancestrales, de una vez por todas y comunicaros con quienes quieran visitaros,
pero, éso sí, que se reconozca en vosotras el sudor y el valor de vuestros
escultores: los fermosellanos de pura cepa!!!!!