Y LLEGÓ EL OTOÑO A FERMOSELLE
Ya huele a otoño en Fermoselle. Todo su entorno se puebla de mil colores
al caer la tarde. La noche refresca y una llovizna gris casi imperceptible humedece
los cristales. Al amanecer se aprecia cómo los árboles se desnudan lentamente creando
una alfombra de hojas ocres y amarillas diseminadas por el suelo. Los días se
acortan lentamente y nos empujan a refugiarnos en el hogar al calor del brasero
o de la estufa. Las calles se muestran vacías y se escucha el silencio al
apostarnos en las esquinas…
Pero el otoño en Fermoselle no solo es nostalgia, también es vida. Y así
aparecen los buscadores de setas por doquier
tras los boletus y las de cardo. Y los labradores varean los almendros
para la recolección, este año muy mermada, de las sabrosas almendras del
arribanzo. Y se vigila la cosecha de la apreciada aceituna, una para sabrosar y el resto para obtener lo que llamamos el “oro líquido”
fermosellano.
Y los senderistas del fin de semana patean todo el entorno y
disfrutan del colorido de las almarganas y los higos chumbos que bajo las casas colgantes hacia la Ronda se muestran exuberantes en granados y chumberas. Y por
último, también en otoño, llenamos el camposanto de flores en memoria de
nuestros difuntos…la pena es que no se
mantenga así durante todo el año. En
fin, es el momento de renovarse, de pensar, hacer, sentir, amar, de creer en uno
mismo y de hacer que suceda todo lo que se desea.
Finalizo con un poemilla compuesto por una niña de Primaria
dedicada a esta estación otoñal:
“Los pájaros se van,
buscando el calor.
El día es más corto
calienta poco el sol,
las setas y las uvas
¡qué ricas que son!”
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