ROBERTO FARIZA Y SU DICCIONARIO FERMOSELLANO
Nuestro socio Roberto está metido de lleno en un proyecto altamente interesante relacionado con el acervo cultural de Fermoselle y por extensión de Sayago. Desde el Pulijón le damos la enhorabuena y deseamos que lo haga realidad en breve, incluyendo el término “pulijón” con la acepción de “antorcha festiva”, en caso de que no lo haya contemplado. La Opinión de Zamora ha recogido la noticia en los siguientes términos:
«Diccionario fermosellano». Así se denomina una pequeña pero etnográfica recopilación de vocablos utilizados por los habitantes de la villa de Arribes del Duero, elaborada sin ninguna presura por Roberto Fariza. A modo introductorio, explica que «en la raya fronteriza con Portugal, en concreto en la zona de Arribes del Duero, se habla con un acento diferente, utilizándose palabras y frases desconocidas en otros lugares». Son, expresa el autor, «palabras o expresiones cuando menos curiosas». Precisa, además, que «el fenómeno es conservado principalmente por la situación geográfica y por el aislamiento que supuso estar rodeados de los ríos Tormes y el Duero». La vida en este recóndito escenario ha favorecido la conservación de tan peculiar habla, «que contribuye a un enriquecimiento del vocabulario castellano». Roberto Fariza indica que «muchas de estas palabras y frases siguen utilizándose hoy día, aunque otras han pasado ya al olvido».Fariza ha ido anotando de un tiempo a esta parte los vocablos escuchados a las personas con quienes comparte sus conversaciones y entretenimientos, y especialmente a las personas mayores, un sector social que siguen siendo portador de un lenguaje muy ligado a una vida de campo y de tradiciones. Estas personas de avanzada edad son una importante fuente de expresiones. Con su modo de expresarse dan contenido al breve pero peculiar «Diccionario Fermosellano», ofreciendo términos como «lambujo», referido a la meruja, una planta que crece en los manantiales y que constituye un majar de las ensaladas; o «ajunjera», otra planta igualmente del plato, como ensalada, y también «para alimento del ganado». Otra planta de la zona es conocida como «rumiaco», que según expone el autor es un alga acuática que nace en el río o en las charcas. Para gastar bromas a los jóvenes se utilizaba una planta que produce un jugo lechoso irritante llamada «untapijas», El mundo animal también tiene sus propias denominaciones. El saltamontes es llamado por algunos fermosellanos como «sartigallo»; y el jilguero es conocido como «fina». El ave petirrojo nada menos que lo llaman algunos del lugar «cagamangos», y el por todos conocido chotacabras como «pagañera». La garduña, que va al alza en la comarca de Sayago, es llamada «papialgo».En una villa donde el vino y el aceite tienen un relieve y una impronta, por ello las denominaciones propias del sector también tienen su calado y así, «zapatera» se dice de la aceituna que se queda blanda e insípida; «zambullo» es el olivo silvestre y la «cantarera» es el hueco abierto en la pared para colocar vajillas o la tinaja.En cuanto a expresiones, como medida utilizada para calcular las cepas que tiene una viña se emplea en Fermoselle «el obrero de cava».Es un breve diccionario integrado por únicamente dos centenares de vocablos y expresiones, que Roberto Fariza va colmando y enriqueciendo a medida que las conversaciones cotidianas con los habitantes de Fermoselle sacan a relucir algún vocablo o expresión típica del lugar. Fariza lleva su vocación lingüística, casi filológica, porque además es una persona que vive y disfruta del campo y sus bonanzas. Y lo hace en un núcleo vinculado de lleno con la naturaleza y en un escenario declarado Parque Natural por los valores físicos, etnográficos y vitales que aglutina.
«Diccionario fermosellano». Así se denomina una pequeña pero etnográfica recopilación de vocablos utilizados por los habitantes de la villa de Arribes del Duero, elaborada sin ninguna presura por Roberto Fariza. A modo introductorio, explica que «en la raya fronteriza con Portugal, en concreto en la zona de Arribes del Duero, se habla con un acento diferente, utilizándose palabras y frases desconocidas en otros lugares». Son, expresa el autor, «palabras o expresiones cuando menos curiosas». Precisa, además, que «el fenómeno es conservado principalmente por la situación geográfica y por el aislamiento que supuso estar rodeados de los ríos Tormes y el Duero». La vida en este recóndito escenario ha favorecido la conservación de tan peculiar habla, «que contribuye a un enriquecimiento del vocabulario castellano». Roberto Fariza indica que «muchas de estas palabras y frases siguen utilizándose hoy día, aunque otras han pasado ya al olvido».Fariza ha ido anotando de un tiempo a esta parte los vocablos escuchados a las personas con quienes comparte sus conversaciones y entretenimientos, y especialmente a las personas mayores, un sector social que siguen siendo portador de un lenguaje muy ligado a una vida de campo y de tradiciones. Estas personas de avanzada edad son una importante fuente de expresiones. Con su modo de expresarse dan contenido al breve pero peculiar «Diccionario Fermosellano», ofreciendo términos como «lambujo», referido a la meruja, una planta que crece en los manantiales y que constituye un majar de las ensaladas; o «ajunjera», otra planta igualmente del plato, como ensalada, y también «para alimento del ganado». Otra planta de la zona es conocida como «rumiaco», que según expone el autor es un alga acuática que nace en el río o en las charcas. Para gastar bromas a los jóvenes se utilizaba una planta que produce un jugo lechoso irritante llamada «untapijas», El mundo animal también tiene sus propias denominaciones. El saltamontes es llamado por algunos fermosellanos como «sartigallo»; y el jilguero es conocido como «fina». El ave petirrojo nada menos que lo llaman algunos del lugar «cagamangos», y el por todos conocido chotacabras como «pagañera». La garduña, que va al alza en la comarca de Sayago, es llamada «papialgo».En una villa donde el vino y el aceite tienen un relieve y una impronta, por ello las denominaciones propias del sector también tienen su calado y así, «zapatera» se dice de la aceituna que se queda blanda e insípida; «zambullo» es el olivo silvestre y la «cantarera» es el hueco abierto en la pared para colocar vajillas o la tinaja.En cuanto a expresiones, como medida utilizada para calcular las cepas que tiene una viña se emplea en Fermoselle «el obrero de cava».Es un breve diccionario integrado por únicamente dos centenares de vocablos y expresiones, que Roberto Fariza va colmando y enriqueciendo a medida que las conversaciones cotidianas con los habitantes de Fermoselle sacan a relucir algún vocablo o expresión típica del lugar. Fariza lleva su vocación lingüística, casi filológica, porque además es una persona que vive y disfruta del campo y sus bonanzas. Y lo hace en un núcleo vinculado de lleno con la naturaleza y en un escenario declarado Parque Natural por los valores físicos, etnográficos y vitales que aglutina.
1 comentario:
¡Hola!
Quería saber si podría adquirir de algún modo un ejemplar de su diccionario fermosellano. Mis bisabuelos y abuelos eran de allí y me gustaría reencontrarme con algunas de sus palabras.
Muchas gracias.
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